Una de comidas

Publicado: 04/12/2022
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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omamos, saboreemos y, sobre todo, disfrutemos. Estos renglones, amigo lector, le desean lo mejor.
Haya paz. La hablilla no hará de Maruja Callaved, por tanto no dará recetas ni trucos para el condumio durante estas fiestas. Empecemos el primer minuto del texto volviendo a hace semanas, a los artículos seleccionados en el móvil interrumpidos con mesas tan bien puestas y sorprendentes que solo les falta el olor. No desesperemos, pronto aparecerá alguna aplicación. De momento, nos debemos conformar con la suculencia imaginada, aunque tanta comida harta mucho antes de empezar a degustarla. Por eso todos los años nos preguntamos por qué se come tanto si hoy casi ninguna vianda resulta extraordinaria. Si hay algún antojo, es muy fácil satisfacerlo y si falla Internet, el súper ofrece un montón de opciones. Sin embargo, se echa de menos aquel anuncio de Rodolfo Langostino, ese crustáceo con bufanda, sombrero calado y acento español rioplatense recomendando la marca de la franquicia al principio y con el ruego de acabar en nuestra mesa pidiéndonos llevarlo a casa al final.

Sin él y sin esos otros que vuelven atropellándose, nos encontramos con los adornos en el sofá, revisando la lencería e intentando recordar la vianda que le dejó ese lamparón. Nos parece un poco antes de lo habitual, pero el calor se ha alargado tanto que deseamos el frío navideño, quizás porque el subidón de los ingredientes, la carne o el pescado que degustaremos nos ha obligado a tenerlos congelados desde octubre. Estábamos acostumbrados a un incremento más o menos lógico, pero este año se sale, más bien se fuga, de los límites razonables.  

Volviendo al móvil y a esos anuncios asustando la lectura del artículo, meditamos sus ofertas mientras deslizamos el dedo para alejarlas, en vez de darle a la “x”, insensible al toque de nuestro dedo índice, frío y algo atrofiado por la temperatura. Y este dedo, herramienta obediente a la información, percute en otros enlaces. Cuáles, pues en los referentes a productos poco recomendables por sus componentes o aquellos que van a desaparecer de nuestro autoservicio habitual. Se nos cuelan de forma ordenada, enunciados, oscureciéndose si el cursor se queda sobre ellos. La pregunta es por qué salen en estos días en que el consumo va a ser mayor. Habrá un montón de respuestas, pero la inmediata bruñida de sentido común obedece a la moderación siendo selectivos, negando la entrada en casa a los productos procesados y un largo etcétera de imposible cumplimiento, como los dulces, a menos que los hagamos en casa. Sería como volver a hacer las tortas, pero sin amasar ni freír ni melar.

Comamos, saboreemos y, sobre todo, disfrutemos. Estos renglones, amigo lector, le desean lo mejor.

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