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Martes 16/04/2024  

El Loco de la salina

Hay que ser animal

Los hay incluso en el Ayuntamiento, en cuya fachada luce una lagartija anunciando lo que tiene que haber dentro

Publicado: 28/08/2022 ·
14:38
· Actualizado: 28/08/2022 · 14:38
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Mi vecino Manuel, el loco más brillante de este manicomio, dice que ha llegado a la conclusión de que hay pruebas de sobra para pensar que la Tierra ha sido invadida ya por los gilipollas. Y que los gilipollas se han instalado en el Ministerio de Consumo sin que desentonen demasiado con el resto de Ministerios. Y todo ha salido porque ha leído que el Consejo de Ministros ha aprobado un montonazo de medidas para el control del bienestar de los animales y obliga a instalar cámaras de videovigilancia en los mataderos para que las criaturas no sufran más de la cuenta. A Manuel se le ha ido la cabeza, y asegura que, como el Ministerio de Consumo tendrá que justificar tantísimas nóminas como arrastra consigo a base de asesores y otras hierbas, pues venga a sacar órdenes, decretos y lo que haga falta, porque lo importante es el bienestar animal sin concretar si se refiere a animales racionales o irracionales. Y cree que alguien va a dar el pelotazo del siglo con la masiva venta de cámaras que habrá que poner hasta debajo de las partes nobles de cada animal, pero sin apretar. Manuel, no conforme con protestar, nos ha reunido en el patio para explicarnos su mosqueo. Se ha subido a una piedra gorda, ha tirado de la lengua y ha comenzado diciendo que de un tiempo a esta parte los tontos, tontas, tontes y analfabetos son los que mandan, y por lo tanto que ningún loco se extrañe de las tonterías que lanzan los que no quieren apartarse de la olla gorda de la política.

Pero, sobre todo, ha elevado su más enérgica protesta por la discriminación que sufren los animales. Por ejemplo, pregunta: ¿nadie se preocupa del bienestar de las hormigas? Asegura que no solamente no se preocupa nadie, sino que las aplastamos sin miramiento ni misericordia. ¿Hay derecho a eso? ¿Y las cucarachas? Dice que se las pisotea sin compasión olvidando que son animales que sufren lo suyo, incluso más todavía, porque a nadie le gustaría vivir dentro de las alcantarillas. Y se le cambia la cara cuando menciona a los ratones.

Su persecución es constante simplemente porque de vez en cuando asoman donde hay queso. Al llegar a este punto, Manuel insiste en que no deberíamos discriminar, porque animales y bichos hay en todos los sitios.

Los hay incluso en el Ayuntamiento, en cuya fachada luce una lagartija anunciando lo que tiene que haber dentro. A cada uno de estos repugnantes bichos se les tendrá que poner también su correspondiente cámara de vigilancia.

Y dice Manuel que, en caso de que pisoteemos a alguno, lo hagamos de manera que no sufran. Ah, se me olvidaba el tema de los mosquitos. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Les ponemos anestesia o les damos del tirón el clásico babuchazo? Dicen que al que lo graben dando un manotazo a un mosquito o pegándole fuerte con una revista se le va a caer el pelo y va a tener que ir a Turquía.

Manuel ha finalizado su discurso como empezó, definiendo a los gilipollas como gente que no tiene otra cosa en qué pensar y a la que no le importa hacer el ridículo ante toda Europa. Y el pobrecito, que en el fondo es un ingenuo, todavía tiene lucidez para decir que, si ese sinvivir y esa preocupación que tienen los gilipollas con los animales lo tuvieran con las personas, viviríamos en el más feliz de los mundos.

Manuel siempre nos deja una pregunta en el aire: ¿hasta cuándo estaremos en manos de tontos y analfabetos?

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