Cuando la
sexta ola empezó a despuntar en
Andalucía, volvió la obligación de repasar a diario la evolución de los contagios en las ciudades que sentimos más cercanas. Tengo quien me ha ido mandando los datos cada mañana: cada mensaje como una advertencia, cada día como la constatación de una cuenta atrás, hasta recordarme incluso el papel de los astrónomos de
No mires arriba, a los que nadie escucha pese a la gravedad de sus vaticinios.
Pero, más que datos, lo que compartimos es una preocupación que sigue muy presente en nuestras vidas, por el sufrimiento y el agotamiento acumulado durante demasiado tiempo, y de los que ya se habla abiertamente como un asunto de “salud mental” que cada cual se ha visto obligado a lidiar sin prospecto ni manual de instrucciones, a la deriva siempre de las decisiones que se han ido tomando a medida que avanzaba la pandemia.
Y es imposible desentenderse de esa preocupación, de si habría que suspender las zambombas, los cotillones y las cabalgatas para frenar la transmisión del
Covid 19, pero también he tenido claro durante las últimas semanas
que ningún gobierno iba a aplicar medidas drásticas mientras ese alza en los contagios no fuese parejo al de los ingresos hospitalarios y al incremento de fallecidos, como así ha sido, al menos en Andalucía.
Eso implica afrontar contradicciones -el eterno debate entre salud y economía- que, a veces, parecen rozar la burla -pese al incremento de positivos, Pedro Sánchez lo fió todo a las mascarillas y las vacunas- o que, a lo sumo, responden a la necesidad de autojustificación de quien gobierna, con las apelaciones a la responsabilidad y la implantación provisional de un pasaporte covid que muchos no han sabido o no han podido descargar por fallos en el sistema, aunque lo cierto es que en medio de las maniobras de distracción, y frente a esa tasa que ha ido de récord en récord, como si se tratase de una competición de salto de altura, las hospitalizaciones han estado muy por debajo de lo ocurrido en anteriores olas, y si hay algo más que lamentar es la falta de previsión del SAS, sin el personal suficiente para atender la saturación en la atención primaria y las urgencias, y la del propio Ministerio de Sanidad por no facilitar en mejor medida la venta de test de antígenos e impedir los precios abusivos ante el incremento de la demanda, lo que ha añadido un elemento más de estrés al temor de coger el virus.
En unos días conoceremos si, definitivamente, nuestra comunidad autónoma recupera restricciones más contundentes -todos los distritos han vuelto esta semana a nivel de alerta 1, aunque a efectos prácticos es como si siguieran en el cero-, pero es poco probable que se parezcan a las de hace un año, con cierres perimetrales y toques de queda, y mucho menos a las del confinamiento; entre otras cosas, porque ningún gobierno se puede permitir soportar de nuevo un coste económico de esas dimensiones, y tampoco la propia economía local, mientras que desde el ámbito sanitario empiezan a proliferar quienes repiten ya casi como un mantra que hay que asumir que la pandemia va camino de ser entendida como una endemia -una “nueva forma de gripe”- y que detrás del alto índice de contagios de estas fechas no está sino la recta final de la pesadilla.
En breve saldremos de dudas. No las teníamos hasta que apareció ómicron para fundir de nuevo todos nuestros planes y recordarnos que si la pandemia nos ha enseñado algo concreto es que hacer planes está sobrevalorado. Al menos no ha dañado nuestro sentido de la esperanza, y aunque muchos de esos mensajes que han empezado a colarse estos días entre tantas malas noticias parecen querer alentarla para que sigamos levantando muros de contención mentales, habrá que darle valor a los que dan buenas noticias, no solo a los que dan las malas; e incluso apelar al sentido del humor y parafrasear a la cuadrilla del Palermaso: “Yo creo que salimos”.
Lo decimos pensando en
Semana Santa, en
Carnaval, en
feria, en viajar, en los reencuentros familiares, pero sustentada en esa esperanza intacta con la que iniciamos un nuevo año.
Feliz 2022.