En un artículo anterior me referí a la familia tradicional defendiéndola por su triple condición de núcleo que engendra y protege a su prole, célula del tejido social y semillero de buenas costumbres. Pienso que el tema quedaría incompleto si no glosara su vertiente anómala, la que me permito llamar "patología familiar". Porque la familia está muy seriamente amenazada, sin que el gobierno de turno sufra por ello lo más mínimo, antes al contrario.
Un mal que le aqueja es de origen, al concederse la categoría de matrimonio a las uniones entre sujetos del mismo sexo. No me opongo a ellas, pero sí a su denominación: etimológicamente, matri-monium implica un vínculo legal que permite a la mujer ser madre. Es obvio que estas uniones son estériles y no deben ser conceptuadas como matrimoniales.
Pero me interesa más reflexionar sobre un mal que corroe gravemente a la familia: el llamado 'divorcio express", habida cuenta que ya se han cumplido cuatro años desde su aprobación. Esta modalidad acelerada se caracteriza por tres rasgos: eliminación del tiempo de separación previo (plazo de reflexión), unilateralidad de la ruptura y no concurrencia de causa que lo motive.
Sus consecuencias han sido aterradoras. Desde 2005 se han producido 517.000 nuevos divorcios (más de 120.000 por año); el conjunto de divorciados en el presente (1,8 millones), equivale a un 4,5% de la población. Se registra en España un divorcio cada 4.3 minutos. Este divorcio ultrarrápido, modelo de facilitación, se ha adueñado de las rupturas familiares: representa el 93,1%, restando un 6.9% de simples separaciones. El número de niños víctimas de la escisión se eleva ya a dos millones. Y está fehacientemente demostrado que esas parejas rotas y esos chicos tienen problemas con superior frecuencia que las familias estables. De seguir esta tendencia, en un plazo relativamente corto el número de divorcios superará al de nuevos matrimonios.
La supresión del plazo de reflexión es decisiva: se ha evidenciado que si en ese momento crítico la pareja recibe ayuda y pondera con realismo sus problemas y posibles soluciones, se ahorran la mitad de esos inminentes divorcios.
La corriente de neofeminismo a ultranza que nos invade pretende que la mujer sea plenamente independiente y no vinculada a las labores del hogar, el verdadero templo de la familia. Entre ellas, claro está, figura la educación de los hijos en unos valores morales que hoy día van siendo cada vez más exóticos. Y luego nos escandalizamos de las horribles agresiones que cometen algunos menores. Tal patología tiene su terapia básica. La recuerda San Pablo en su carta a los colosenses: "Sobrellevaos mutuamente y perdonaos (…); por encima de todo, el amor es el ceñidor de la unidad consumada". Tolerancia, perdón y amor. Por todo ello, jornadas como la del 27-D, de reafirmación de la familia tradicional, son absolutamente recomendables.
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