La Junta ha distinguido a cinco policías locales de Los Barrios que evitaron que un joven se arrojara desde un puente y a otros siete agentes de Barbate que rescataron a una niña de morir ahogada en la playa. Estas son sus historias.
Tres suicidios frustrados: “No hay espacio para la improvisación”
Aquella noche de octubre prometía un servicio relativamente tranquilo para los miembros del Grupo Operativo de Apoyo y Prevención (GOAP) de la Policía Local de Los Barrios (integrado por Eduardo Jesús Vega Mena, Francisco Sánchez Cabello, Daniel Rodríguez Castillo, Juan Miguel Guerrero Heredia, José Manuel Díaz Castro), hasta que se toparon con un hombre situado con el cuerpo fuera de la barandilla del puente que atraviesa la autovía A-7 y que une el Parque Empresarial de Palmones con el Parque de Bomberos junto a Guadacorte, en Los Barrios, con intención de quitarse la vida.
“Dejamos la furgoneta un poco más adelante y nos acercamos lentamente”, relata Daniel. “En estas actuaciones no hay espacio para la improvisación”, asegura. Un error puede desencadenar un desenlace fatal. “Cada uno de nosotros tiene su función”. Solo uno entabló conversación con el joven, que expresó su intención de suicidarse. “El objetivo era ganar tiempo, porque a más tiempo dialogando, mayor es la lucha interna entre arrojarse al vacío o no”, explica. “
Utilizábamos la repetición de sus palabras en forma de pregunta, como si de un hilo se tratara, para tirar de su narración”. Tras 20 minutos, sin prisa, con toda la serenidad que uno puede mantener en una situación extrema, los agentes se aproximaron lo suficiente como para aprovechar un momento de hundimiento anímico, que alternaba con crisis violentas, para agarrarlo cada uno por una parte del cuerpo y ponerlo a salvo. Piernas, brazos, cabeza. Daniel dio la orden y el equipo ejecutó perfectamente la coreografía.
La formación es clave. Creado hace una década, el GOAP, que ingresa en la Orden al Mérito de la Policía Local con sitintivo verde, reúne a maestros de Educación Física, criminólogos, expertos en artes marciales e instructores de defensa personal policial, especialistas en terrorismo yihadista, instructores de Unidades de Intervención Policial, instructores de tiro o expertos en Protección Civil y gestión de emergencias, entre otras. Dedican un buen montón de horas al adiestramiento. Incluso se han desplazado a diferentes puntos de la geografía española compartiendo entrenamiento con otras unidades de Policía Local, Policía Nacional y Guardia Civil.
Sus habilidades han permitido salvar al menos otras dos vidas en actuaciones que también han merecido reconocimiento público. Daniel y José Manuel Díaz evitaron que un hombre muriera en el interior de su vehículo, en el garaje, inhalando gases, en 2006. La Junta concedió entonces la Medalla al Mérito Policial con distintivo blanco. En septiembre de 2019, los cinco intervinieron tras un aviso de alteración del orden en un hotel de Guadacorte, junto a la autovía A-7. Los agentes se encontraron un cuerpo inmóvil, sentado encima de un charco de sangre y con el brazo izquierdo destrozado en mitad de la calzada. Los funcionarios tuvieron que saltar valla metálica y, sorteando vehículos, retirar al hombre de la vía. El Ayuntamiento condecoró por ello a los agentes. “Es complicado”, admite Daniel rememorando cada detalle de aquellos episodios grabados a fuego. Pero, añade, “somos enamorados de nuestro trabajo”.
Rescate imposible en el mar: “La niña estaba morada; ahí estuvo la mano de Dios”
El mar quiso cobrarse media docena de vidas el sábado 5 de junio de 2010 en el litoral gaditano. Las fuertes corrientes pusieron en serios apuros a un grupo de cinco jóvenes de Algeciras, de cinco entre 19 y 23 años, que fueron rescatados ilesos por un dispositivo en el que participó incluso un helicóptero en Zahara de los Atunes. En Barbate, en la playa de El Carmen, una ola enguyó a una niña de 13 años, y se mascó la tragedia.
Las amigas que la acompañaban se percataron y, de manera inmediata, avisaron a los familiares. La Policía Local se personó en el lugar de los hechos. Los agentes patrullaban cerca porque se celebraba una concentración motera en la Plaza del Faro, en las inmediaciones, y, pisaron la arena solo unos minutos después. Para entonces, y dado que el cuerpo no se divisaba, la desesperación y el miedo se reflejaban en los rostros desencajados de los bañistas que se afanaban por localizar a la menor sin éxito.
“Nos desplazamos unos 200 metros hacia el oeste porque observamos que la marea era decreciente”, rememora José Luis Ruiz, uno de los siete funcionarios que participó en el operativo que ahora, once años después, ingresa en la Orden al Mérito de la Policía Local de Andalucía, con la categoría de Cruz con distintivo verde, junto a Juan Diego Begines, Benito José Muñoz y Daniel Jesús Torrubia; mientras que Miguel Alvarado, José Manuel Jiménez y Miguel Malia, también participantes en la actuación, reciben la Cruz con distintivo blanco.
“Divisamos a la joven a unos 100 metros”, prosigue. Un hombre corpulento ya había fracasado en su intento de localizarla en el interior del agua. Tres windsurfistas trataron de recuperar el cuerpo que flotaba inerte zarandeado por las olas. José Luis y cuatro compañeros se despojaron de las ropas y sus armas, y se zambulleron. Casi sin resuello, alcanzó a la niña y, sacando fuerza de flaqueza, regresó a la costa. “Estaba morada, no tenía pulso pero, pero comencé a practicarle la recuperación cardiopulmonar”, relata. “Ahí estuvo la mano de Dios”, asegura. Cinco minutos después, y sin que hubiera signos de vida, dado que cundía el desánimo, mintió. “Dije que me había mordido el labio para que continuáramos insuflando aire por turnos”. Finalmente, llegaron los servicios sanitarios y confirmaron que, contra todo pronóstico, la chica vivía.
“Ha sido el servicio más especial que he hecho en mis 21 años de carrera”, sostiene. Que el reconocimiento llegue tanto tiempo después no le resta ni pizca de brillo. Al contrario. “Este es un oficio complicado”, admite. Ahora, más. “El mismo 5 de junio de 2010, justo después de actuar en la playa, una señora se me quejaba de que un vehículo estacionado en un paso de cebra le impedía la circulación”. En un soplo pasó de sentirse un héroe a recibir una andanada por una incidencia de tráfico. Con la pandemia, actúa como papá y mamá con el “súbase la mascarilla, por favor”; cuando una patera toca tierra, se enfrenta al drama humano. “Ejercitamos nuestro estado físico pero también el psicológico”, apunta. “Cada vez que termino mi turno, me ducho y lo dejo todo ahí”. La angustia, la frustración y la tensión se van por el sumidero. “No puedo llevar nada de eso a casa”.