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España

El valor de una segunda oportunidad para labrarse el futuro

Tuvieron que dejar los estudios por diversas circunstancias pero no se resignan a estar de brazos cruzados. Los alumnos de este taller del programa especial para el Barrio Alto son los nombres y apellidos de esa esperanza que vuelve

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  • Los alumnos del taller de cata de oficios posan en las instalaciones de Fomento.
La esperanza que poco a poco va invadiendo el Barrio Alto y la barriada Los Milagros se traduce en nombres y apellidos. El programa especial que el área de Fomento está desarrollando en la zona con la colaboración del colegio La Salle tiene entre sus prioridades la inserción laboral de los jóvenes, el futuro de un área que hace unos años cayó en un profundo pozo. Unos 20 jóvenes están teniendo una segunda oportunidad para reorientar su vida profesional gracias a un taller de cata de oficios que terminará el próximo 23 de diciembre. Empezaron con clases de fontanería y actualmente se afanan por aprender los secretos de la electricidad. Chicos cuyas calificaciones no les alcanzaron para acceder a ciclos formativos o que simplemente optaron por abandonar los estudios por diversas razones aprenderán nociones básicas de hasta cuatro oficios. Cinco de ellos serán escogidos para trabajar en prácticas de empresa. De esta manera abandonan la siempre frustrante inactividad, se forman e incluso tratan de encontrar su auténtica vocación. Algunos de ellos, como las hermanas María José y Jésica Bollullo, de 16 y 19 años respectivamente, ya la han encontrado. A ambas les encantaría ganarse la vida como electricistas. Su madre se enteró del taller y las apuntó al verlas en casa desmotivadas. La más pequeña comenta que nunca ha “estado tan contenta aprendiendo”, mientras que su hermana, que empezó un curso de administración, prefiere la electricidad a eso y a la fontanería.

Otro de los más motivados es Jesús Arana, de 18 años, quien ve bastante salida laboral en estos oficios, por lo que se muestra ilusionado con ser elegido para realizar prácticas de empresa. Aunque ya tenía una mínima experiencia adquirida “ayudando a un amigo con su casa nueva e instalando placas solares”, Arana está aprendiendo a utilizar las herramientas y lo más elemental sobre instalaciones. Tiene que hacer un importante esfuerzo asistiendo a las clases cada mañana, pues por las tardes estudia en un centro de adultos. Para Alfonso Campuzano, también de 18 años, el taller de cata de oficios fue un buen remedio a la frustración de verse en paro. No pudo acceder a un ciclo formativo. La opción del taller no le ha defraudado. “De momento está bien la cosa”, asegura. Alfonso ha descubierto que tiene aptitudes para la electricidad. No obstante, aún no ha decidido cómo quiere ganarse la vida, si bien está “abierto a todas las posibilidades”. José Blandino, de 18 años, anhelaba ser soldador. No logró su objetivo y ahora quiere “saber de más cosas para de esta manera buscar otras salidas”. Ser fontanero es una “alternativa interesante”. Aún valorando que ”todavía es pronto” para saber si le va a servir, es optimista y lo considera un “buen primer paso”. Por último, tiene una reivindicación: “que nos traigan más materiales”.

Nathaniel Garrido, de 20 años, tiene, pese a su juventud, una dilatda trayectoria como trabajador. La crisis lo dejó en el desempleo y este curso, en el que no tenía tanta confianza, le “está sorprendiendo” hasta el punto de demandar más horas . “Estoy aprendiendo bastante”, asegura contento.

El monitor, Juan Fernández, está satisfecho con las aptitudes y actitudes de unos jóvenes que quieren demostrar que pueden darle la vuelta a la suerte adversa que un día les hizo salir de clase.

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