“En diciembre de 2007 estábamos hundidos tras comprobar que seis internos habían muerto de sobredosis”, confesaba Márquez, quien entonces llevaba tan sólo un año al frente de la prisión. Hoy, muestra su satisfacción por el buen resultado que han dado las iniciativas puestas en marcha por la entonces Dirección General de Instituciones Penitenciarias -hoy Secretaría General- y el trabajo de colectivos sociales colaboradores en esta función, como la coordinadora comarcal Alternativas o el Comité Ciudadano Antisida del Campo de Gibraltar.
Francisco Márquez resaltó que se actúa “desde varios frentes” para evitar, en la medida de lo posible, que se produzcan muertes a causa de la droga en las prisiones. Por un lado está la función preventiva, destinada a que entre la menor cantidad de estupefaciente posible a las cárceles. Para ello, existen unos protocolos de actuación centrados en los encuentros vis a vis y el reingreso de los internos que han estado de permiso, momentos en que se produce la mayor parte de introducciones de estas sustancias.
El Tribunal Constitucional ampara a Instituciones Penitenciarias para que en casos sospechosos se efectúen las correspondientes placas radiológicas a los internos “por razones reglamentarias”, indicaba el máximo responsable del penal. Uno de los medios más frecuentes de introducción de droga en la cárcel es por la ingestión de la misma en envoltorios que impidan su descomposición, por vía anal o en los genitales, caso de las féminas.
En el centro penitenciario de Botafuegos, se ha instalado un sistema de bajantes en los inodoros que implica la recuperación de la sustancia incluso en los casos en que los presos quieran deshacerse de ellas.
En caso de que un interno sea sorprendido intentando meter droga en la cárcel, se le impone una falta grave y se da parte al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, desde el que se inician las correspondientes diligencias. Este mismo año, a un recluso se le aumentó judicialmente en tres años su condena después de encontrársele 100 gramos de hachís en una bota. El mismo riesgo corren los familiares y allegados de los internos que efectúan las visitas y los vis a vis. Frecuentemente, estas personas han acabado compartiendo destino con sus seres queridos en los centros penitenciarios por haber tratado de pasarles droga.
‘Camellos’ coaccionados
Fuentes penitenciarias hicieron referencia a un tipo de coacción muy frecuente dentro de la prisión para conseguir la introducción de sustancias estupefacientes. Se trata de la utilización, por parte de presos con una posición dominante sobre el resto de reclusos, de otros internos que reciben sus permisos penitenciarios para que éstos hagan de intermediarios con sus proveedores de droga. La existencia de estas prácticas fue confirmada también desde la coordinadora en la lucha contra las drogas Alternativas. “En el centro penitenciario sigue imperando la ley del silencio”, se lamentó Mena. Por ello, “es difícil saberlo, pero sí que estamos al tanto de es una práctica que se produce. Los hay que lo hacen coaccionados, pero otros también lo hacen voluntariamente”.
El presidente de Alternativas confiesa que a veces le sorprende cómo algunos de estos presos se las ingenian para introducir la droga en las cárceles, como cuando se meten la sustancia debajo de la lengua o, en el caso de las mujeres, dentro de su vagina. El representante de la coordinadora declaró la especial indignación que le producen los casos en los que los propios funcionarios de las cárceles colaboran con los presos en la tarea de pasar droga. Sin embargo, mostró su satisfacción por el hecho de que estas conductas no se hayan detectado en la prisión algecireña, al menos en los últimos años.
Mena hizo referencia a que antes, “Instituciones Penitenciarias no reconocía” el problema. Para él, el punto de inflexión llegó con la nueva directora general: “Desde que llegó Mercedes Gallizo se produjo un cambio sustancial”, con los protocolos de prevención, y los módulos terapéuticos y convivenciales.
Ayuda a los portadores de VIH
La prisión de Botafuegos ofrece tratamiento especializado a 105 internos que tienen anticuerpos del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), según informó el director de la cárcel, Francisco Márquez. Si bien desde el centro penitenciario no se ofrecieron cifras comparativas con respecto a otros años, Márquez indicó que la tendencia es “a la baja”.
Los servicios sanitarios dispensan diariamente a los internos que lo precisan la correspondiente medicación, si bien 10 de los afectados han rehusado, por cuestiones personales, recibir estos fármacos.
De igual modo, desde la cárcel algecireña se trabaja con seriedad en lo que a medidas preventivas se refiere, poniendo a disposición de los internos profilácticos para sus relaciones íntimas durante los vis a vis.
Para Márquez, la mayor parte de los reclusos que tienen el VIH “están perfectamente integrados y no sufren ningún tipo de discriminación” dentro del penal, cohabitando en las celdas con otros internos.
El Comité Ciudadano Antisida del Campo de Gibraltar realiza entre tres y cuatro veces al año campañas informativas entre los reclusos del centro penitenciario de Botafuegos para colaborar con el penal y el resto de oenegés que trabajan en el recinto en las tareas de prevención. El trabajo del Comité Antisida se centra, al igual que el de otros colectivos, en el llamado módulo siete, libre de drogas. Para el presidente del comité, Antonio de la Torre, una de las prioridades que persiguen es fomentar “la autoayuda” en los afectados, e inculcar en ellos “hábitos de vida saludables” que garanticen una mayor esperanza de vida, ya que con los avances en la medicación “se ha conseguido que la enfermedad pueda no ser mortal”, pero “el consumo de drogas puede afectar al sistema inmunológico”.
Para Antonio de la Torre, los internos están ahora “mucho mejor informados” que cuando hace cuatro años comenzaron su andadura en el centro penitenciario. Al principio, las dudas podían surgir en aspectos como el modo de contagio, en los que varios internos manifestaban su temor a que un simple beso con su pareja pudiese provocar el contagio. Ahora, los presos plantean mucho más “aspectos personales” o sobre los medicamentos. También resaltaron que las preguntas de los internos vienen determinadas, en muchas ocasiones, por los efectos secundarios de los medicamentos, en especial cuando los enfermos todavía se siguen drogando.
De la Torre coincidió con Francisco Márquez en su afirmación de que cada vez es menor el grado de marginación de los internos con el VIH. Sin embargo, y pese a que los internos “están cada vez más concienciados”, desde el comité admiten que los internos ejercen todavía “muchas conductas de riesgo”, en especial “cuando salen de permiso”, no solo a la hora de practicar relaciones sexuales en ámbitos donde no les ponen los preservativos por delante, como en el caso de los vis a vis de la prisión, sino también cuando dan continuidad al consumo de drogas, especialmente la heroína, mediante el uso de jeringuillas compartidas con otros toxicómanos.
El Comité Antisida puso énfasis en el importante descenso en el número de enfermos de SIDA -que no de portadores de los anticuerpos- gracias a los avances en lo que a tratamiento se refiere. De la Torre adelantó que antes de que finalice el año tienen previsto impartir la que será su tercera charla en el centro penitenciario, que como las anteriores estará centrado en la reiteración de las medidas preventivas, el trabajo para evitar la automarginación y la asunción de hábitos de vida saludables.
Los internos también participan de esta actividad preventiva. De hecho, un recluso de Botafuegos trabaja actualmente de voluntario para el Comité Antisida.
Centro de Inserción Social (CIS)
La inauguración, el pasado mes de julio, del Centro de Inserción Social (CIS) de Botafuegos ha supuesto una importante reducción en el número de beneficiarios del módulo siete libre de drogas, que lleva ya varios años funcionando en la prisión algecireña. El presidente de Alternativas, Francisco Mena, comentó que de los 70 u 80 presos que integraban este módulo terapéutico de manera habitual, ahora son unos 30 los que cohabitan en sus instalaciones.
La razón es que los usuarios del CIS son internos en tercer grado penitenciario, muchos de los cuales salen a trabajar fuera de la prisión y vuelven sólo para pernoctar. Hay que tener en cuenta que una buena parte de los usuarios del módulo libre de drogas, también llamado módulo siete, se encuentran en este mismo colectivo.
En el módulo siete libre de drogas, tanto hombres como mujeres reclusas participan en talleres ocupacionales y en equipos de limpieza, con lo que reciben créditos y bonificaciones, que luego se traducen en ventajas para el régimen de visitas y su expediente de conducta.