En muy poco tiempo se va a pasar de la desconfianza y la superstición a la demanda imperativa de las vacunas. Van a sonar a risa las advertencias que empezó dando altavoz y trasladando a la opinión pública el presidente de la Universidad Católica de Murcia el día de San Antonio de Padua, refiriéndose a Bill Gates y George Soros: "Quieren controlarnos cuando se anuncie la vacuna con un chip a cada uno de nosotros para controlar nuestra libertad, pero ¡qué se han creído, esclavos y servidores de Satanás. No les tengáis miedo!”… “Las fuerzas oscuras del mal, en cada generación aparece el anticristo, y aquellos que les sirven, con gran poder, queriendo usurpar el nombre de Dios…”. José Luis Mendoza Pérez sigue en su cargo de presidente universitario firmando títulos académicos a pesar de sus creencias más de espiritista que de un hombre de un mundo ilustrado. Esta visión, que fue compartida, con variantes, por algunos artistas, que mejor no recordar, y gurús de distinta calaña está ya en franca retirada.
La jefa informal de la oposición española -Isabel Díaz Ayuso- encabeza los ataques al gobierno. El resto de partidos de la oposición también se muestran incomprensiblemente incómodos con la llegada de las vacunas. Dos son los motivos de las quejas, el primero es que son pocas, como si España pudiera ser una excepción en el reparto equilibrado que ha coordinado la Unión Europea. “Es un número realmente bajo con el que es muy difícil proteger ahora mismo a los ciudadanos”, dijo la presidenta madrileña, conociendo que le corresponde la cantidad exacta pactada entre todos los consejeros, como al resto de las comunidades autónomas españolas. La segunda crítica es la propaganda porque las cajas de las vacunas llevan la bandera de España (también la de Europa) y el logo del Gobierno de España. “Eso es propaganda”, dicen, los que quieren que se fabrique hasta caldo de pollo con los colores nacionales, “como el vino de Jerez y el vinillo de Rioja”, del pasodoble "La Bandera" de"Las Corsarias", de Paradas y Jiménez, con la conocidísima música del maestro Alonso. No molesta la europea, sino la española. Vale para los adornos navideños de Madrid pero no sirve para el envío más importante que ha conocido España para prevenir la mayor epidemia desde hace un siglo. Lo dijo Forges: ¡País!