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Encuentran a un ahorcado, lo descuelgan y lo vuelven a colgar

Montiel de Arnáiz presentó su primera novela 'A la velocidad de la noche', o sea, con traquilidad en un acto de más de una hora... muy divertida.

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A la velocidad de la noche es el título de la primera novela de Enrique Montiel de Arnáiz -primera publicada, que no primera escrita- que fue presentada en el Centro de Congresos de San Fernando en la noche del jueves. 

Rafael Marín, también escritor, fue el presentador de la obra y el entrevistador del autor en una puesta en escena en la que el buen humor fue una nota dominante, habida cuenta de la nota dominante de los dos personajes principales del acto. También estaba el concejal Jaime Armario en la mesa, que habló poco. Pero muy bien.

La trama pertenece a una de esas leyendas urbanas de San Fernando que podría ser en cualquier otro lugar cuando dos policías municipales -en aquellos tiempos no era locales todavía- encuentran a un hombre ahorcado. 

Al comunicarlo por radio a la central y dada la poca calidad de las radios de aquellos tiempos, entendieron que la orden era la de bajarlo y llevarlo a la Jefatura de la Policía (municipal). Así lo hicieron hasta que el jefe les hizo ver la barbaridad que habían cometido y a alguien se le ocurrió la idea de volver al lugar de autos y colgarlo de nuevo.

Al dar parte el juez y al forense, éste señala que no se trata de un suicidio sino de un asesinato, ya que el cadáver tiene dos marcas en el cuello.

A partir de ahí es cuando Montiel de Arnáiz comienza a construir una historia en la que no sólo desarrolla la trama sino que aprovecha para retratar en el más amplio sentido de la palabra a muchos personajes de la sociedad de la ciudad en la que tienen lugar los hechos, personajes que de todas formas son comunes a todos los pueblos y ciudades.

La novela, dijo Marín, tiene una cosa buena y otra mala. La buena es que se lee de un tirón; la mala es que te quedan ganas de seguir leyendo. De ahí que alguien no deje de plantearse crear una saga habida cuenta de la habilidad del autor para liarla. Perdón, escribirla.

En el turno de ruegos y preguntas alguien preguntó cómo termina la novela. Por lo visto -dijo Montiel de Arnáiz- “al final matan al periodista”.

Posteriormente tuvo lugar el consabido acto de la firma de libro. Al autor de estas líneas le sigue resultando incomprensible que una persona se gaste el dinero en un libro y se lo dé a otro para que se lo pintarrajee. Aunque sea el autor.

(El tono de la crónica se ajusta al tono de la presentación. Aclárese para los tiquismiquis).

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