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Sevilla

Roca Rey corta una oreja y enseña sus credenciales

El peruano hizo lo más destacado de una corrida en la que también caló Ferrera y sorprendió el tono gris de Manzanares

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La plaza de la Maestranza de Sevilla se llenó en el tradicional festejo del Domingo de Resurrección, en el que el peruano Roca Rey, que cortó una oreja y se entregó al máximo toda la tarde, hizo lo más destacado de una corrida en la que también caló Ferrera y sorprendió el tono gris de Manzanares.

Se cortó un trofeo pero pudieron ser tres. Habrían dado un signo diferente a una tarde que se disparó en el reloj y que se estrelló a ratos contra un encierro de Victoriano del Río demasiado desigual en todo. Eso sí: hubo dos ejemplares potables para el triunfo que saltaron en el momento y el lugar adecuados.

El primero de ellos, lidiado en tercer lugar, le tocó en suerte al joven matador peruano Andrés Roca Rey. El paladín limeño está en vena y se le nota. Roca, que recibió al toro con verónicas ceñidas y hasta desgarradas, apostó todo desde el primer muletazo en una faena que inició por ceñidísimos estatuarios y reventó definitivamente por el lado izquierdo.

La verdad es que se hartó de torear al natural en una labor intensa y reunida, de muletazos despatarrados que aportó el ritmo que estaba demandando una corrida exasperante en los tiempos muertos.

Roca, que ya tenía a la gente metida en el bolsillo, fue acortando las distancias trufando el toreo fundamental de remates y nexos absolutamente originales hasta formar un verdadero lío en la distancia corta.

Se tiró a matar de verdad pero la espada no terminó de agarrar. La agonía del toro enfrió los entusiasmos pero el trofeo logrado -le habrían dado las dos con una muerte más rápida- marcó muchas diferencias.

El torero volvería a hacer el mismo esfuerzo con el sexto, un animal informal en la lidia y que se acabó rajando. Roca Rey se entregó por encima de las posibilidades que le ofrecía su enemigo pero fue imposible.

La tercera oreja del festejo la podría haber cortado el diestro extremeño Antonio Ferrera, que volvía a la plaza de la Maestranza incluido en el lujoso cartel del Domingo de Resurrección después de resultar triunfador absoluto de la pasada Feria de Abril.

Ferrera, que no había podido hacer casi nada con el sobrero de Cortés que saltó en primer lugar, comprobó que la mejor virtud del cuarto era la humillación.

A partir de ahí, después de escenificar una lidia que nos llevó al toreo prebelmontino, se empleó en una faena dicha de menos a más, en la que el clasicismo del pasado año, de alguna manera, ha dado paso a cierto manierismo. Ferrera supo arrebujarse de toro en un trasteo que fluyó por el lado izquierdo pero explotó definitivamente en una intensa serie diestra que puso a todos de acuerdo.

La faena había subido de intensidad y Ferrera, dueño de la escena, supo enseñar su repertorio de remates, redondeando su faena con un desplante de aire añejo al que siguieron unos bellos muletazos por bajo. La espada, desgraciadamente, no funcionó en el mismo son y lo que iba camino de ser premiado con un nuevo trofeo acabó siendo culminado por una aclamada vuelta al ruedo.

En medio de Ferrera y Roca Rey, hay que advertir que Manzanares sorteó el peor lote del desigual envío de Victoriano del Río.

El segundo le avisó varias veces hasta prenderle en una dura voltereta de la que salió con el rostro ensangrentado. La faena fue tan larga como infructuosa. Algo parecido le ocurrió con el rajado quinto, al que quiso torear muy en redondo sin sacar rendimiento ni reconocimiento.

Ficha del Festejo

Cuatro toros de Victoriano del Río, muy desigualmente presentados. Primero y quinto estuvieron marcados con el hierro de Toros de Cortés. Uno resultó corto de viajes y de más a menos; el otro, rajado, formó el peor lote con el avisado segundo. El noble tercero y el muy humillador cuarto fueron los dos mejores de un envío que se completó con el deslucido y manso sexto.

Antonio Ferrera, ovación, y aviso y vuelta al ruedo tras petición.

José María Manzanares, ovación y silencio.

Andrés Roca Rey, oreja tras aviso y ovación tras aviso.

Dentro de las cuadrillas destacó el picador Paco María, de la cuadrilla de José María Manzanares, que cuajó el puyazo de la tarde con el bravucón segundo.

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de los ganaderos Victorino Martín y Domingo Hernández; el puntillero Lebrija y el delegado gubernativo Miguel Ángel Ocaña.

La plaza se llenó en tarde fresca y agradable.

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