“Conoce al enemigo y conócete a ti mismo. Y sin eso ni se te ocurra salir a combatir”. El general de brigada, Miguel Ángel Ballesteros, director del Instituto de Estudios Estratégico, comenzaba así la conferencia ofrecida dentro de la programación de la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes sobre un tema complicado para entenderlo en toda su extensión, pero fácil de comprender cuando se dibujan las líneas maestras de un conflicto reciente, localizado y razonablemente controlado gracias a actuaciones que desde la opinión pública se entienden mal. Pero que son las más efectivas.
Cómo luchar contra el yihadismo, decía Ballesteros, implica conocer al enemigo y conocer las fuerzas de la civilización occidental para combatirlo. Pero igualmente es indispensable que la opinión pública conozca y comprenda cómo surge el problema, cómo ha evolucionado y por qué lo que se cree contraproducente, como la participación europea y norteamericana en Oriente Medio, es absolutamente imprescindible.
Con esa comprensión se conseguiría un paso fundamental, sobre todo en España, como es que la sociedad apoye esas acciones contra unas consecuencias de las que la ciudadanía, ni el Gobierno español son responsables aunque este último se implique –e implique al país- directamente, pero que están ahí por la deriva del conflicto a lo largo de poco más de medio siglo.
Ballesteros comenzó con el principal concepto que se usa tanto de forma afortunada como desafortunada. La yihab es un término que usa en el Corán constantemente, pero que en el sentido religioso debería interpretarse como la guerra interior de cada persona para ser mejor musulmán. Y mejor persona. Distinto es cuando se cita en los libros que hablan de la vida del profeta, ambientados en el siglo VII y en un contexto bélico en el que la expansión del Islám se hacía espada en mano.
La interpretación religiosa y la interpretación literal es lo que diferencia al musulmán del yihadista y esta última la que provoca este conflicto que ha pasado de ser un conflicto geopolítico y localizado a un conflicto global. Y desde luego, muy poco religioso.
Lo primero que hay que decir –que dijo el general- es que el yihadismo comenzó en los años 60 del siglo pasado en Egipto tras el conocimiento de la civilización occidental y los supuestos peligros que entrañaría la extrapolación de esa sociedad a la sociedad egipcia, en este caso.
Sayyid Qutb, egipcio, un Hermano Musulmán e inspector de Educación al que el Gobierno egipció del presidente Gamal Abdel Nasser envía a Estados Unidos para que analice el sistema educativo estadounidense y si es trasvasable a Egipto.
La conclusión que saca Qutb es que la civilización occidental en general se basa en el individualismo y en el secularismo. “Occidente pone como centro de su forma de vivir al individuo y el individuo es libre de pensar, de ser y de desarrollarse como quiera, mientras que la parte religiosa forma parte de su vida interior, de su intimidad. Los estados son fundamentalmente seculares, no confesionales. Sayyid Qubt entiende que si eso se traslada a Egipto, acabaría con la sociedad musulmana porque para los yihadistas, para los salafistas, lo que está por encima de todo no es el individuo sino la umma, la comunidad musulmana y el individuo tiene que servir a esa comunidad”.
Como explicó el general Ballesteros, se trata de un choque de trenes, por lo que Sayyid Qutb potencia en sus enunciados todo lo contrario a lo que ha visto en Estados Unidos con la intención de que la sociedad musulmana no vuelva a la época anterior a la aparición del Islam, a la Hahiliyyah.
La respuesta a la decadencia de la sociedad musulmana, pues, se basa en principios como la unicidad y soberanía de Dios contra el orden secular y democrático, (Tawhid); la obligatoriedad de que el musulmán sea fiel a sus compañeros salafistas (Al wala wal bara); los salafistas pueden declarar apóstata a otro musulmán (Takfir); la creación de un califato universal basado en la Sharía como visión de futuro y la misión de emular a los compañeros del profeta (Salaf) Mahoma, obviamente, en el contexto social y político del siglo VII. Esto es, espada en mano, pero usando las nuevas tecnologías. El final de todo esto es el derrocamiento de los gobernantes apóstatas. O lo que es lo mismo, la eliminación de Occidente.
Esos fueron los principios del salafismo, la rama más peligrosa del Islam, pero esa aventura quedó en Egipto y su líder ahorcado por Nasser al que intentó asesinar en 1966. Y es verdad que los Hermanos Musulmanes siguen gozando de un gran predicamento en este país como lo demuestran los acontecimiento recientes que terminaron con el golpe de estado del general Aldelfatah Al-Sisi.
Sin embargo es en la década de los 80 del siglo pasado cuando comienza todo lo que se está viviendo y sufriendo ahora y si bien la doctrina de Sayyib Qutb mantiene la rama más sangrienta del conflicto, los motivos que lo han desencadenado hay que situarlos en Afganistán y su posición estratégica ente dos grandes imperios. Estratégica por equilibrante, de forma que cuando se rompe ese equilibrio geoestratégico los acontecimientos se suceden en cadena.
Afganistán separa a dos grandes imperios, el de los zares en Rusia y el de Inglaterra en la India y con esa tierra como tierra de nadie se aseguraban que ninguno atacara al otro. El problema surge cuando en los años 80 el presidente afgano pide ayuda a Rusia para mantenerse en el poder y la Unión Soviética acude en su ayuda. Eso es lo que rompe el equilibrio en toda la región.
Con un gobierno ruso contrario a la religión ocupando esa tierra de nadie los países del entorno no de sienten seguros. Arabia Saudí, es país teocrático, no ve con buenos ojos la presencia rusa en Afganistán, como tampoco la ve Pakistán, que siempre contempló el país vecino como un oportunidad si en algún momento tenía que retroceder ante un ataque de India, con la que mantiene el contencioso por Cachemira. Y por supuesto, Estados Unidos con la CIA desde Arabia Saudí.
Tanto unos como otros conforman una fuerza de resistencia en Afganistan, financiada por los países árabes que se encargan de armar y adiestrar a los muyaidines que luchan contra las tropas rusas, en aquellos tiempos, “el mejor ejército de tierra del mundo”.
Cuando Mijail Gorbachov toma el poder en la Unión Soviética y hace un recuento de lo que le está costando a Rusia la ocupación de Afganistán, en dinero y en vidas, Rusia sale del conflicto y es cuando aparece un personaje que ha entrado en la Historia por méritos propios, Osama Bin Laden.
El creador de Al Qaeda (La Base) era el enviado de Arabia Saudí en la primera época del yihadismo contra los rusos y una vez que los rusos se retiran de Afganistán, interpreta que ha sido gracias a la labor desarrollada por los muyahidines. Ya creada Al Qaeda, Bin Laden vuelve a Arabia Saudí donde reclama de su Gobierno la expulsión de los occidentales –que es lo mismo que decir de Estados Unidos- y el que resulta expulsado del país es Bin Laden que en 1992 se traslada a Sudán y en 1996 a Afganistán.
Junto a Osama Bin Laden ya 'reconvertido' a las enseñanzas de Sayyid Qutb se encuentra ya otra de las figuras claves en el yihadismo, el egipcio Ayman Al Zawahiri, sucesor de Bin Laden tras su muerte y es cuando comienza la segunda etapa de la yihab como la entendían quienes armaron a los muyahidines a través de un razonamiento expansivo. ¿Si el enemigo es Occidente por qué nos limitamos a luchar contra él en Oriente Medio en vez de atacarlo en su propio territorio?
El atentado de 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York fue el gran acontecimiento que proyectó hacia el mundo y hacia los propios combatientes islamistas su fuerza, tras matar en una sola mañana a muchas más personas que en muchas de las guerras que habían tenido lugar en la región.
Es la época de los mega atentados, de la intimidación de la sociedad internacional y de la captación de yihadistas en otros países. O lo que es peor y ahora es uno de sus últimos reductos, de los lobos solitarios y grupos locales. Ese es el comienzo de la tercera etapa que precisamente tuvo como inductor a un sirio nacido en Alepo nacionalizado español, Mustafá Setmarian, que llegó a España a estudiar español, se casa con una española y de la mano de Osama Bin Laden llega a Afganistán donde dirige uno de los campos de entrenamiento.
La influencia de los escritos de Setmarian preconizan una idea novedosa y es que todo el mundo tiene que hacer la yihad. No hace falta viajar a las zonas de combate. Cada uno en su casa tiene que cumplir con la yihad como sexto precepto del Islam. “Y tiene que hacerlo con los instrumentos que tiene en la mano, con lo que hay debajo del fregadero de su casa, si sabes hacerlo, puedes llegar a tener explosivos y si no, coges una furgoneta y donde haya mucha gente atropellas a todo el que puedas”.
Sacan una revista llamada Inspire en la que aportan todos los conocimientos para que un yihadista se convierte en un peligro y las consecuencias ya son bien conocidas por todos. Por los norteamericanos desde de 2001 y los españoles en 2004 por medios organizados y por muchos países europeos últimamente en la última época del terrorismo islámico. Del Estado Islámico.
El general Ballesteros diferencia lo que es Al Qaeda de lo que es el Estado Islámico, el Daesh por sus siglas en inglés. “El DAESH ha dado una vuelta más a la estrategia de Al Qaeda y es la conjunción de dos grupos de personas: yihadistas que proceden todos de Al Qaeda con militares procedentes del Ejército de Sadam Husein en Irak que se conocieron en las cárceles, donde los metieron precisamente los estadounidenses que ‘liberaron’ Irak.
Los militares fueron los que explicaron a los yihadistas que golpear y esconderse era un camino muy largo y que el camino más corto era conquistar y controlar el territorio. ¿Cómo? Eligiendo aquellos territorios donde no llegue el Estado, en estados fallidos. Y esos estados fallidos era parte de la Siria que lucha contra Bashar al-Ásad antes que la parte norte de Irak donde todavía había un ejército fuerte.
La ventaja de que ocupar el territorio es que el Califato creado puede abastecerse de soldados muy motivados –porque al que no estaba motivado le cortaban la cabeza- y de dinero entrando en los bancos, vendiendo petróleo y toda clase de materias primas. Por eso el Estado Islámico se asentó en territorios ricos y se extendió hasta que cometieron el error de querer conquistar Alepo y perjudicar los intereses rusos que tienen en esa zona su única base naval. Ahí comenzó el declive del Estado Islámico.
Dos advertencias que dejó sobre el atril el general Ballesteros. La primera, que es necesario mantener a los yihadistas en países con pocos recursos como los del Sahel, trazando una línea desde Ceuta hasta Alejandría y otra por el norte de Mauritania, sur de Argelia, Libia y Egipto que sería la frontera de seguridad avanzada de la Unión Europea. Por supuesto, blindando el Mediterráneo porque las mafias son parte del abastecimiento económico de los salafistas y expulsando de cualquier país rico al yihadismo.
Y una última advertencia. El gran error del Estado Islámico fue no haber trasladado a Europa armas y explosivos como hacía ETA con sus zulos. “Pero los yihadistas aprenden mucho de sus propios errores”.