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El fresco

"Mi abuela, mi madre, las vecinas, unas en sillas de enea y otras sentadas en el barranquillo de la puerta, se daban a algo que se está perdiendo por desgracia"

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¿Estamos locos o qué? Ahora resulta que en algunos pueblos y ciudades de España las ordenanzas municipales prohíben sacar hamacas o sillas a la calle para tomar el fresco. No sé si eso es un ataque de modernidad o algo parecido, pero me ha molestado tanto como cuando los modernos se quejan porque ven a una mujer amamantando en público a su bebé.

No sé si ustedes tienen otras, pero para mí dos de las imágenes más entrañables de mi infancia fueron esas: una mujer dándole teta a su niño ya fuera en el patio del Ambulatorio, en una caseta de feria, o en la puerta de su casa sentada en una sillita baja, y un grupo de mujeres y zagales sentados al fresco, en el verano. Pues resulta que con ambas imágenes quieren acabar estos modernos que confunden lo auténtico con el mal gusto y el tocino con la velocidad.

Anda que no disfrutaba yo nada en los veranos de mi infancia, años sesenta, calle del Molino, cuando las mujeres empezaban a sacar sillas a la calle al caer la noche. Mi abuela, mi madre, las vecinas, unas en sillas de enea y otras sentadas en el barranquillo de la puerta, se daban a algo que se está perdiendo por desgracia, algo gratis, saludable y entrañable: se daban a hablar, a contar, a recrearse en este idioma que nos hace vivir. Se contaban historias reales, pero también salía a relucir algo sin lo que un pueblo no puede subsistir: la literatura oral, los cuentos y tradiciones que a mi me dejaban con la boca abierta. Creo que si amo tanto la literatura, la palabra, es gracias a aquellas mujeres que paladeaban nuestro idioma, que lo disfrutaban como a un helado.

Ignoro en qué se basan los sesudos concejales que en nuestra geografía han acordado esta medida que va contra la lógica y contra la memoria de tantas y tantas generaciones de españoles, pero quiero hacer un llamamiento público a nuestro Alcalde, al señor Gambín, y amenazarlo con montarle una concentración de hamacas y sillas en la puerta del Ayuntamiento caso de que él se contagie de esa modernidad.

Que no nos quiten, por favor, lo más limpio de nuestra memoria. Que dejen en paz a lo tradicional en nombre de una modernidad de cartón piedra. Que dejen a las mujeres sentarse en las puertas de su casa, y a los niños oírlas hablar. Ya lo sabes, Isidoro: soy tu amigo pero te la lío. Como prohíbas a las viejas sentarse al fresco te la lío.

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