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La trama y el desenlace

La lista de supuestos delitos que imputan a Ignacio González es tan larga que se te puede enfriar el café antes de que te dé tiempo a terminar de leerla entera

La lista de supuestos delitos que imputan a Ignacio González es tan larga que se te puede enfriar el café antes de que te dé tiempo a terminar de leerla entera; aunque peor que eso es el bochorno, incluso las ganas de vomitar ante los indicios, el desaliento o la decepción o la desilusión que te provoca el hecho de que vuelvan a repetirse casos de este tipo con los antecedentes que aún se conservan con la tinta fresca en las hemerotecas. ¿Se verán a sí mismos como los ladrones con remordimientos de esas películas en las que deciden dar un último golpe antes de retirarse definitivamente, como si lograsen borrar su pasado, y poder llevar a partir de entonces una vida de ciudadano decente y honrado? No lo sé, pero ladrones al fin y al cabo. 

Ni siquiera Esperanza Aguirre consigue conmovernos con sus lágrimas, ajena a esa “generalizada atribución de verosimilitud como objeto de sospecha” que, en palabras de Igancio Camacho, ha caído encima del expresidente de la comunidad de Madrid, esfumando de un plumazo cualquier atisbo de su presunción de inocencia... de tan descarado.

Sin duda, vuelven a ser malos días para el PP, pero también para la clase política en su conjunto, para su inmensa mayoría, la que ejerce su labor a diario con compromiso y responsabilidad, la que reniega de la corrupción con convicción, precisamente ahora que las particulares circunstancias bajo las que se han configurado gobiernos de todo tipo y en todo lugar, han impreso unas nuevas reglas del juego que han acabado con la barra libre para imponer la necesidad del consenso y el acuerdo.

El caso del PP es más que flagrante, pero no el único, y por mucho que los líderes de uno y otro bando insistan en depurar responsabilidades para con quienes se mantienen bajo la sombra de la sospecha, se echa en falta una actitud de regeneración interna más contundente, más palpable, más verosímil. De otra forma sólo se seguirá alimentando el discurso de los que pretenden aprovechar las circunstancias para, como ha escrito Juan Cruz, “satisfacer el ansia vengativa que anida en las sociedades tristes”, y acaparar mayor cuota de poder bajo ejemplos de dudosa referencia. Definitivamente, no hay trama sin desenlace.

La trama, en todo caso, ha derivado en palabra trampa, como si le hubieran robado la “p”. Sucedánea de la “casta”, al abrigo del marketing podemita, suena machaconamente a diario, aunque sin el impacto de la primera, sin referencias visuales, por mucha caricatura que se serigrafíe en la fachada de un autobús -por el amor de Dios, ¿acaso sabe la gente quién es Cebrián?-. Esa trama, convertida en la confabulación del poder -gobierno, empresa y prensa- en defensa del establishment, puede dar para una entretenida teoría de la conspiración, pero no soporta dos pases de sobremesa ante las cuestiones que preocupan de verdad a la ciudadanía, lo que viene a poner igualmente en evidencia el cansancio ante el afán por acaparar el titular, por llamar la atención.

En Cádiz capital tienen hasta para hartarse, por si les hace falta algún ejemplo. El último con la invitación de un polémico concejal de Bildu a unas jornadas sobre la Memoria Histórica. Lo que, a simple vista, parecía una incitación a la provocación, efectivamente, terminó convertido en eso. Imposible reprimirse, e inevitable.

No sé si es una consigna, una imposición, una condición, o si viene establecido en alguna parte de los estatutos, pero reconozco el gran esfuerzo que están realizando en Jerez los concejales de Ganemos para fiscalizar la labor del Gobierno y realizar sus propias aportaciones, como para incurrir ahora en ese mismo juego, en esa reivindicación por la puerta de atrás con iniciativas como la de pedir la erradicación de “mujeres objeto” en el paddock del Circuito de Jerez. Les alabo el gesto, aunque es inútil. Lo mismo podrían decir de las camareras con escote en los bares de copas o de las transparencias de Cristina Pedroche en Nochevieja. En ninguno de los casos creo que les pongan una pistola en la cabeza para posar así. Tanta trama para este desenlace.

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