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Cera santa

"La Semana Santa es un evento religioso, cultural y folklórico que el pueblo asume y hace suyo"

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  • La cera de la penitencia. -

Aparte de los sociópatas, que han llenado de excremento las redes tildando de “rojos” y “podemitas” a los que pedimos una solución a las caídas que provoca la cera, hemos tenido que asistir a algunas manifestaciones y actitudes que no casan bien con el sentimiento humanitario que inspira, o debe inspirar, la luminosa doctrina del Cristianismo.

Por delante una cosa: no escribo para echar leña al fuego. Todo lo contrario, lo hago con ánimo constructivo y conciliador. Pero no puedo eludir la crítica a una buena parte de los Priostes y otros cofrades que ante una petición tan sensata como la de minimizar los daños provocados por la caída de cera en nuestras calles, se han enrocado y han amenazado con “no sacar las procesiones a la calle”, como si los Cristos y las Vírgenes fueran de su propiedad y no un patrimonio material e inmaterial que ahora ellos gestionan y que mañana deberán dejar en otras manos.

Porque bien mirado la Semana Santa no es un favor que nos hacen las Hermandades saliendo a la calle una semana de primavera cada año. La Semana Santa es un evento religioso, cultural y folklórico que el pueblo asume y hace suyo. Las mujeres encalan sus fachadas para que luzcan los pasos, las jovencitas lucen sus mejores prendas para honrar a la juventud y a la vida, y los mayores nos enfundamos en nuestro mejor terno para acudir a la Corredera a ver la Vera Cruz. La Semana Santa es de todos y nadie tiene el derecho de amenazar con  arrancarla de nuestras vidas.
Espero y confío que todo se deba a calentones típicos, y que a partir de ahora, y tenemos un año por delante, nos pongamos todos a trabajar, con ánimo positivo, para buscar una solución a este problema que ya ha causado algunos heridos en estos días. Cerrar los ojos al problema, o adoptar actitudes de orgullo e intransigencia, me parece una postura nefasta y anticristiana.


Con todo el respeto que me merecen las Hermandades, porque sé de su labor durante todo el año, de sus desvelos y su función social, me atrevo a pedirles que se presten a negociar una solución factible, sensata y segura que acabe con las caídas y accidentes. No podemos esperar a tener un muerto para tomárnoslo en serio. Consigamos que cada vela, que es un alma encendida, no sea de ninguna manera un peligro para los viandantes.

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