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Alcalá la Real

Alcalá vuelve a vivir su singular recreación de la Pasión

La originalidad de nuestra Semana Santa alcanza su cénit de la mano de las cofradías del Dulce Nombre, Ecce-Homo, Gallerdete y Apóstoles

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Muy temprano se iniciaba la gran puesta de largo del Viernes Santo alcalaíno. Si a las 8 y media partía de la casa del hermano mayor, en calle Uruguay, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús, media hora después, a las 9, la Verónica partía de su ermita de Los Llanos para descender por las intrincadas calles del barrio de Las Cruces y unirse, en Consolación con los pasos de Jesús Nazareno, Madre de Dios del Rosario y San Juan Evangelista, pertenecientes a la Real Cofradía del Dulce Nombre de Jesús y Santa Caridad.

Estamos, sin duda, ante una de las cofradías señeras en nuestra localidad, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI,  en el seno de la Orden de los Predicadores, siendo en febrero de 1597 cuando son aprobadas las primeras Constituciones de esta cofradía. En un principio se veneraba la imagen de un niño Jesús, pero ya desde el 1609 se tiene constancia de que se procesionaba la imagen de Jesús Nazareno junto a la imagen de la Madre de Dios del Rosario.

Como consecuencia de la Guerra Civil, en 1936 se destruyeron las imágenes de Jesús Nazareno, Dulce Nombre de Jesús, Madre de Dios del Rosario, San Juan Evangelista. Al término de la Guerra, la Cofradía y algunos devotos acordaron restituir las imágenes destruidas.


Durante muchos años, la cofradía compartió la imagen de la Virgen de los Dolores con la Hermandad del Señor de la Humildad, pero desde el 1985 se procesiona con una imagen de la Virgen del Rosario de la propiedad de las madres Trinitarias.

A primera hora de la tarde, la Carrera de las Mercedes vuelve a tornarse gran escenario del momento cumbre de la Semana Santa alcalaína. Judas Iscariote, nuestro genuino “Juíllas”el discípulo que vendió a Jesús, concentra pronto la atención de propios y extraños. Ataviado con su rostrillo, su peluca rubia y un manto rojo que simboliza la sangre que después derramaría Jesús por su culpa), Juillas corre de arriba abajo por todo el desfile procesional instigando a la algarabía, con esa linterna que simboliza la nocturnidad de la “venta” de Jesús. Con su látigo asusta a los niños que le gritan y reprenden.

Juillas intenta hacer el trato con el capitán de los judíos, acude varias veces a él y este al principio le increpa y le hace frente con la lanza por ser tan ruin al querer vender a su maestro, hasta que tras varios intentos, por fin se cierra el trato y recibe sus monedas, paseándose con ellas delante de la algarabía que lo sigue increpando.

Uno de los ecos genuinos, singulares que otorgan una resonancia especial al momento final de esta representación, la proporcionan los pregoneros, que con su extraño canto ilustran a los presentes sobre los diferentes momentos de la Pasión de Cristo al son de trompetas centenarias que portan los judíos que los siguen.

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