Otra de las citas destacadas del fin de semana cofrade fue la entrega del tercer premio fotográfico ‘Diego García Silva’, de lo que se encargaría el precursor del concurso. El acto, desarrollado en la capilla de La Misericordia, concedió la escultura del premio –un capirote de bronce- al fotógrafo Miguel Olivera Amaya, que presentó al certamen una bella imagen tomada durante la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno del pasado año. Olivera gana así, por segundo año consecutivo, este artístico premio.
La obra fotográfica fue presentada magistralmente por el poeta arcense Pedro Sevilla, quien la llamó a su forma “Un río de almas moradas”. El entrañable escritor dijo que estamos ante “una instantánea ya intemporal de unas mujeres que acompañan el paso del Nazareno de San Agustín por una calle estrecha, aturdida de cal, y rematada por una niña que, desde un pequeño barranco, las mira pasar desde la eternidad de su infancia”. Sevilla admitió que la obra le “atrapa al instante, como atrapa un poema o una música”.
El poeta diría que “Un río de almas es esta foto. Mírenlas calle abajo, detrás del Nazareno, con sus túnicas moradas. Son mujeres y se barrunta, por el movimiento quieto de algunas de las prendas que cubren sus cabezas, una ráfaga de viento, o de tiempo. Mujeres con sus pesadumbres y sus promesas íntimas, calle abajo. Y a la izquierda de la foto una niña, savia nueva, corazón sin daño, mirándolas bajar. La inocencia, con sus tirabuzones y su asombro perpetuo, viendo pasar al dolor. O lo que es lo mismo: la eternidad viendo pasar el tiempo. Y por encima de ellos el fotógrafo, Miguel Olivera, que, jugando a ser Dios, lo atrapa para siempre y nos lo enseña”.
Cabría recordar que precisamente Diego García Silva es el autor de la fotografía que ilustra este año el cartel oficial de la Semana Santa, que en este caso recrea a la hermandad de la Soledad.