La festividad del Corpus Christi escenificó la religiosidad popular con el Santísimo Sacramento recorriendo las calles de la ciudad en una jornada en la que la solemnidad se visibilizó tanto en la Basílica Menor de Santa María de la Asunción como en los escasos lugares del itinerario engalanados y en los altares que aguardaron al paso de la Custodia.
Si bien la Iglesia exige en este día una reflexión en torno a “tan importante cita litúrgica”, la Diócesis ha recordado que “Cristo no viene a imponer nada, no viene a imponer ninguna idea, sino a ser compañía del hombre peregrino. Cristo es también alimento para un mundo que está hambriento de felicidad y que, como en el Evangelio, está en un desierto plagado de espejismos de falsa alegría”.
Al menos, este es el mensaje que la Iglesia ha intentado inculcar en torno al Corpus, cuyo lado social da la cara en una procesión plagada de matices y presencias simbólicas que abarcan desde la de la propia Iglesia hasta la de las hermandades locales, pasando por las decenas de niños de primera comunión que ilustran el desfile.
Nada más terminar la eucaristía pronunciada por el párroco, el pórtico de Santa María se abrió de par en par para mostrar el paso de la Custodia, exornado con flores blancas y rojas. Los sacerdotes Jorge Manrique, Pedro Lozano y Jesús Pozo representaron a la Iglesia junto al Santísimo. Le siguieron en el cortejo las representaciones de la Corporación municipal bajo maza y cuantos feligreses y familiares quisieron, que no fueron pocos y mucho más que en otros desfiles conmemorativos de la Iglesia, como se pudo comprobar en un repleto atrio parroquial. Las agradables temperaturas de la jornada, sin el calor agobiante de otras veces, ayudaría al desarrollo de la multitudinaria procesión.
