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Lo que queda del día

Jerez, un año después

El Gobierno, junto a los aciertos que reivindique, debe admitir que hace falta más iniciativa, más decisión y más pasos adelante, más allá de tantos titulares

Este martes se cumple un año de la celebración de las últimas elecciones municipales. Si lo recuerdan, fue una noche de sensaciones al desencuentro, sin fiesta en las calles, sin proclamas grandilocuentes -y mucho menos creíbles-, de desubicación generalizada; en especial, para los dos grandes partidos, como si de pronto comprobaran que pisaban arenas movedizas.

El PP ganó, fue el más votado, e hizo el amago de ponerlo de manifiesto, pero sin alzar en exceso la voz, encomendado a una especie de milagro, como el medallista de plata sobre el podio que aún confía en que el control antidopaje le permita subir un peldaño más y cambiar de metal. Por mucha sonrisa, mucho aplauso y muchas felicitaciones a Pelayo, había poca cabida a la esperanza, si acaso un resquicio de ilusión alentado por la pose de Ganemos Jerez. Y sí, era pose.

El PSOE, tan lejos de la victoria, tan cerca de la investidura, supo afrontar el momento con cierta contención, tal vez porque tampoco quedó muy claro si la celebración que algunos -y algunas- vivieron tras confirmarse los resultados fue por no ganar o por el inminente regreso al poder; de hecho, a día de hoy sigue sin estarlo, desde el momento en que andan empeñados en subrayarlo a la menor excusa, como ocurrirá este miércoles en un acto de conciliación.

Curiosamente, fue en la sede de Ganemos Jerez donde se vivió la auténtica celebración electoral de la noche. La euforia dio rienda suelta a las emociones y a una desaforada sinceridad que hasta logró desconcertar a los retratos de los carteles electorales de PSOE y PP. El mérito del resultado llegaba premiado con la llave de la gobernabilidad y la puesta en escena, con hueco para el suspense hasta horas antes de la toma de posesión, de unas negociaciones que dejaron alguna que otra perla persecutoria: “Gobernar con siete....”, ya saben.

Izquierda Unida, pese a obtener peor resultado que cuatro años antes, suplió el retroceso con la condición de invitado indispensable para facilitar la formación de gobierno, y si no ha llegado a integrarse es porque los procesos electorales han desestabilizado sus opciones, como quien recibe una visita inoportuna en casa a la hora de cenar.

Ciudadanos, la gran incógnita de aquellos comicios, no terminó por despejarla. Se quedó a un puñado de votos de reescribir un final alternativo, que no tenía por qué ser mejor ni peor que el que nos dimos en las urnas, sólo diferente. Se aprecia el empeño, pero también su excesiva dependencia para con su inconstante líder nacional.

Pero por encima de lo vivido aquella noche en la sede de cada uno de los partidos, persistía -y persiste- una notable incertidumbre que atañe, en especial, a la ciudadanía. El PSOE ha vivido durante este tiempo empeñado en demostrarnos que puede gobernar en una exigua minoría, pero si lo ha hecho es porque los condicionantes políticos electorales no le han permitido otra maniobra. Y, claro, puede gobernar en minoría porque cuenta con el respaldo de la Junta de Gobierno Local para sacar adelante las cuestiones trascendentales, pero todo ello en detrimento del debate y la participación, consumidas al mismo tiempo por unas sesiones plenarias insufribles que van en perjuicio incluso de la labor de los grupos municipales, aunque insistan en no querer darse cuenta de la situación.

Quedan todavía tres semanas hasta el 13 de junio, fecha en la que se cumple un año del nuevo gobierno. No sé qué balance ofrecerá el ejecutivo acerca de su gestión, pero sí que la alcaldesa se comprometió en campaña electoral a convocar una especie de asamblea ciudadana para compartir públicamente su evaluación. En su haber cuenta con una victoria, aunque sea moral: Jerez no es la ciudad catastrófica que algunos vaticinaron hace doce meses; al final, el realismo acampa a ambas orillas del río que cruza nuestras vidas, por mucho que sigan su curso enfrentadas, y no hay nada como aceptarlo con naturalidad. El Gobierno ha tenido que hacerlo en cuestiones como el agua o el plan de ajuste, pero también debe admitir que hace falta más iniciativa, más decisión y más pasos adelante, sobre todo más allá de tantos titulares.

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