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Tan sólo tenían dos opciones: hacerlo bien o hacer el ridículo

El Ayuntamiento abre la desnaturalizada casa natal de Camarón sin corregir el apellido del cantaor a pocos meses para unas elecciones.

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Si alguien va a una exposición y en los carteles explicativos ponen Bartolomé Estevan Murillo, se pondría las manos en la cabeza y lo consideraría una barbaridad. Y lo mismo ocurriría si en esos paneles pusieran Diego Rodríguez de Silba y Velázquez.    

Los dos apellidos, Estevan y Silba, existen, como existen Esteban y Silva y otros muchos de igual sonido, casi siempre en función de las regiones, de su origen y en muchos casos, de la grafía que adoptaron en distintos lugares aún teniendo la misma raíz.    

Lo mismo ocurre con el apellido Monge, de origen castellano. Igual que Monje, sólo que se ha usado con ge o con jota. Pero el que se llama Monge con ge no se llama Monje con jota. Y no son la misma persona. Por esa regla de tres, simple pero personal e intransferible, Bartolomé Estevan Murillo no es el autor sevillano de La Inmaculada ni Diego Rodríguez de Silba y Velázquez es el autor de Las Meninas. Ni José Monge Cruz es Camarón de La Isla.     

Los pintores se llamaban Bartolomé Esteban Murillo y Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Y el cantaor, José Monje Cruz, hijo de Luis Monje Núñez, de Conil y nieto de Manuel Monje Reyes.      Si en algún sitio pone que se llama José Monge Cruz, a todos los efectos legales se refieren a otra persona. Los que dicen ser sus hijos no lo son, sus hermanos no son sus hermanos y su viuda no es su viuda. A efectos legales.  

Puede parecer un detalle sin importancia pero es crucial y además una verdad de perogrullo. Los historiadores que en un futuro lejano tomen como ejemplo los rótulos de la pretendida casa natal de Camarón jamás encontrarán la pista de su familia en los archivos oficiales. José Monge Cruz será un cantaor de flamenco que apareció por arte de magia -que también,pero entendida de otra forma- pero sin ancestros.      

La alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, respondía a este periódico que sería una barbaridad tener cerrada la casa natal de Camarón, pero no veía una barbaridad que cinco meses después de la primera visita oficial, cuando desde este periódico se advirtió del error de bulto en los textos, aún no se haya solucionado el problema. Y lo que es peor, sigan propagando, oficialmente,  un nombre que no corresponde a tal artista.      

La alcaldesa de San Fernando cuenta con la partida de nacimiento del cantaor -en la casa natal contaban este sábado que un bar “de más arriba” vendía fotocopias del documento- mientras que en el cementerio, en la lápida del mausoleo, pone su apellido Monje.     

También lo pone correctamente el monumento al cantaor en la plaza Juan Vargas, aunque lo ponen mal en la estatua de José Monje en La Línea. Allí pone Monge. Igual que en la Wikipedia, aunque no en los blogs de aficionados al flamenco.     

Pero para la alcaldesa no es ninguna barbaridad que desde organismos oficiales como son la Diputación de Cádiz y el Ayuntamiento de San Fernando se esté exponiendo al error a los mil visitantes que se contabilizaron en Semana Santa o a los 44 del viernes, primer día de los fines de semana que va a estar abierta la casa natal de Camarón en la calle Carmen, 29.     

La alcaldesa, no obstante, informó de que los documentos ya están en la Diputación y ahora habrá que ver quién se hace cargo de enmendar el error y correr con los gastos y que todo el mundo intentará escurrir el bulto. O sea, que como la situación va para largo, se abre como está y se deja pasar ese ‘pequeño’ detalle.    

No es la primera vez que ocurre el hecho de que un político municipal se olvide de detalles pequeños o grandes. La propia alcaldesa, antes en la oposición, denunció la apertura del castillo San Romualdo por el anterior alcalde en época preelectoral y sin todos los permisos en regla, hasta el punto de que el arquitecto no fue al acto de ‘inauguración’ oficial.    

Ahora llegan de nuevo elecciones y se abre la casa natal de Camarón con el error de bulto que desde luego no es un peligro para la integridad física de las personas, como se denunciaba en el caso del castillo.     

Pero a buen seguro sí es un peligro para la credibilidad de la ciudad una casa que no conserva nada de cómo fue, cómo era la vida de la familia en los espacios comunes de las casas de vecinos; dónde hacían sus necesidades; dónde cocinaban; dónde lavaban... y donde nació una persona que nunca estuvo allí.

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