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Javier León: “Ya no se puede decir que la realidad virtual es el futuro”

El Parque de la Historia y del Mar no va a crear un Silicon Valley pero sí puede ser un principio de algo que está por llegar en una ciudad con una base empresarial sólida.

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Antes trabajaban cientos de obreros de distintos gremios en la confección de un decorado para una superproducción y el trabajo era digno de todo elogio porque el resultado ha pasado a la historia a través de las películas. Ahora un programa informático, un ordenador y un reducido equipo de personas son capaces de recrear en el cine la biblioteca de Alejandría de forma virtual.

Ahí está la cuestión que abordamos con Javier León que ha vivido en ese mundo aunque el 90 por ciento de su trabajo se basa en la publicidad, mucho más dinámica, que en trabajar meses y meses en un decorado que evidentemente permite a sus autores profundizar en las técnicas, por ende mejorarlas, abrir nuevos caminos… pero no es la predilección de este isleño director de León Studio, esa empresa genuinamente isleña que trabajó con Alejandro Amenábar en los decorados de Agora.

La conversación se centra en lo que supone el mundo digital, una revolución que ha acabado con muchos puestos de trabajo sólo en la industria del cine pero que no hay por qué demonizar porque desde que el hombre es hombre (y la mujer, mujer) la tecnología ha ido recortando la necesidad de mano de obra para en teoría hacer la vida más cómoda.


Ahí entra el concepto de la adaptación. Dice Javier León que muchos de esos trabajadores del cine que en muchas películas siguen haciendo magníficos decorados se han adaptado a los tiempos, a las demandas, se han reciclado y siguen trabajando porque el ordenador no lo hace todo, aunque cada vez haga más. De la misma forma que su trabajo, la creación tridimensional y la publicidad, se adaptan a una velocidad que a veces resulta demencial para ser asumida por los que están dentro.

Evidentemente –cuenta en la entrevista grabada para Ondaluz Televisión- nadie de los que viven en ese mundo piensa como la mayoría. La publicidad, el diseño, la informática… con muchos en los que el sedentarismo se premia con la muerte laboral. Todo se basa en conocer, en aprender, en recorrer empresas, en estar al día, en competir. Sobre todo en competir. Con todo lo que de carga emocional, emocionante y estresante conlleva. Por eso tienen que estar –no hechos de otra manera- educados de otra manera.

Dice Javier León que el salario fijo no existe, que las horas de trabajo son las que son o las que tienen que ser, que las condiciones dependen de la demanda, que el prestigio es fundamental para seguir trabajando y sobre todo, que no es posible vivir de este negocio –es de suponer que habrá excepciones- sin salir de España y sobre todo sin conocer el gran mercado, la gran fábrica de experimentos que es la industria audiovisual de Estados Unidos.

Todas esas cosas juntas convienen en que no se trata de un oficio cualquiera y que, por supuesto, la omnipresente tecnología no lo es todo. Antes bien, existe en ese mundo un valor intangible –hasta que surge y revoluciona- que en España ni se ve ni se espera que lo vean en muchos años los empresarios al uso, que son la mayoría. Un valor por el que pagan más que nada y del que una vez que lo tienen (las empresas) no se desprende.

Eso que se llama talento es precisamente lo que esconde detrás de un proyecto en tres dimensiones o detrás de un anuncio publicitario que es algo más que sacar en la televisión la fachada de un comercio y otro plano con el dependiente o el dueño atendiendo. Por que un anuncio publicitario que es verdad que cuesta incluso millones de euros, puede hacer subir las ventas de una empresa incluso al doble.

Pero talento es también –decía León- el que se derrocha en un trabajo que hace que una película gane premios por doquier, realizado por una empresa que está abocada al cierre. Paradoja que se explica por otra particularidad del sector, por la opacidad con la que trabajan, porque las cosas que se hacen en esas empresas quizá prefieran que no se sepan para que no se vea cómo se ha hecho y no romper la magia.

Javier León está experimentando mientras sustenta su empresa en la publicidad y quién sabe si pudiera experimentar con ese Museo Camarón que nadie sabe que está siendo de él, salvo que se paga religiosamente el canon por los objetos personales del cantaor. Por tenerlos a buen recaudo.

Ahí es concluyente a la pregunta de esta casa. “Ya no se puede decir que la realidad virtual es el futuro. Ya existe y se está comercializando. No es barata porque incluye el trabajo de muchos profesionales. Pero se va a utilizar en todos sitios aunque todavía no se ha utilizado, pero desde el fin de semana pasado ya está listo para comprarlo”.

La realidad virtual, dice León, “va a superar a la televisión, es la sensación que a mí me dio cuando lo probé, va a ser un impacto a nivel audiovisual”. ¿Puede el Museo de Camarón se pionero en esa técnica, en franca correspondencia con la apertura que José Monje imprimió al flamenco? Depende de lo que quieran los responsables municipales, de la audacia para ser los primeros en algo por una vez.

En lo que sí está de acuerdo Javier León es en que el proyecto del Parque de la Historia y del Mar no va a crear un Silicon Valley, que se queda para los anuncios de los políticos e incluso los titulares de prensa. Pero sí puede ser un principio de algo que está por llegar en una ciudad en la que ya existen más empresas tecnológicas de primer nivel de las que muchos creen. Y eso es una base sólo con las empresas de prestigio. Luego hay muchos profesionales buscando un lugar en el que comenzar a ser algo más que lobos solitarios por no poder comunicarse.

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