“¿Es un sueño? ¿Un recuerdo? ¿O un momento de inconsciencia?
Misteriosas desapariciones, fenómenos inexplicables y sexo en abundancia conducirán al frívolo protagonista hacia el descubrimiento de la bondad de los demás, anteriormente despreciados”.
Egocéntrico y narciso, Constantino de Aros derrocha su presente en el culto al cuerpo y andadas de mujeriego. Eso fue hasta que aparece en su vida Brigritte, un amor como nunca conociera que resultará la víctima de una inexplicable desaparición. Consagrado desesperadamente a la búsqueda de su mujer, acabará por encontrarse a sí mismo y descubrir un nuevo sentido a la existencia, lo que implicará el inusual aprecio por los demás seres humanos y la bondad esencial de todos y cada uno de ellos, insignificantes otrora. Una travesía sembrada de misterio, trazas de humor y una generosa dosis de erotismo poético que irán acercando, de sorpresa en sorpresa, al lector hacia un final cardíaco.
Esa es la versión oficial con la que se presenta la novela de Anate Rivera A mí me parece un sueño. La otra versión, también oficial, tuvo lugar el pasado día 7 en la Casa de la Cultura, lleno el salón elegido para ello, aunque hubiera jugado el Madrid y el Barça la final de la Champions. Demasiada gente para asistir a la presentación de una novela. ¿Se han vuelto locos o qué?
Pero todo parecido con lo que es la presentación de un libro es pura coincidencia. Quitando la mesa para vender los primeros ejemplares. Juan Luis Belizón, la voz interesada como debe ser en cualquier presentación, llevó las riendas de un espectáculo en el que el protagonista era el libro mismo y los demás, actores. Todos actores.
La lectura de algunos pasajes eróticos, dramatizados por Alfonso Sánches y Gaspar Barreras –desdramatizados por alguien del público- o los vericuetos de cualquier publicación, información para los osados que se atrevan a hacer lo mismo. La puntualización de Anate sobre algunos aspectos de la creación. La proyección de elementos del libro y su significado, sus autores, sus intenciones…
“Yo quería espectáculo y eso fue lo que mi marido hizo posible”, decía Anate sobre Juan Luis Belizón, corrector del libro por estar en el lugar indicado en el momento preciso; primer lector a la fuerza y sufridor de los estragos de la escritora; un elemento promordial en la postcreación. Un elemento, en suma.
Momentos de sorpresa, de emociones con la intervención grabada de la hija que no pudo asistir pero envió un video para que los padres se emocionaran, que parece que lo hacen queriendo… Y lo más importante, que Anate olvidó comentar al público y ahora lo dice. Que una parte de la recaudación ha ido a parar a Unicef para los damnificados del terremoto de Nepal, ese que ha vuelto a aparecer en las vidas en las muertes de miles de personas.
“¿Es un sueño? ¿Un recuerdo? ¿O un momento de inconsciencia? Ya a la venta en www.editorialcirculorojo.com”.
A ver si tengo tiempo y lo leo.