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Aquí, alguien miente

"Hace poco leía de nuestro presidente de Gobierno decir: “una cosa es predicar y otra dar trigo”. No cabe duda. Así lo hemos comprobado y así creo que la mayoría de los ciudadanos lo están entendiendo"

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Comenzamos. Quiero decir, comienza la actividad electoral.
Tenemos por delante un resto de año interesante. Desde todos los puntos de vista. O mejor, correlacionados puntos de vista.
A estas alturas desligar la cotidianidad de comprar el pan, lavar el coche, o salir a tomarse unas copas – si el tiempo que corre lo permite – de la realidad política que nos envuelve, agitada en los medios de comunicación con noticas diarias de calado directo en el estado de las cosas, parece inverosímil.
Tendemos a pensar que todo funciona. Y que además funciona normalmente, casi por arte de magia, ajeno a nuestra cotidianidad o voluntad.
Sí, parece que es verdad. Aunque esto lleva a engaño.
Cómo funcionan las cosas tiene una relación intrínseca con el día a día, reflejado ahora en aquel lejano espejo que proponen ciertos estamentos velados por el humo de la confusión.
Y es que la saturación que produce no descansar sin que una nueva sorpresa venga a trastocar el  incierto presente, le hace a uno ´ponerse las pilas´.
Se abren los oídos, se agudiza el entendimiento.
Desde luego estamos lejos de aquella indiferencia que lo establecido, por repetido, venía acomodando la posición en la que nos gustaba estar: que lo hagan los demás. Para eso están.
Ahora hay que decidir. Y si es con prudencia, mejor.
Pero la prudencia no significa falta de criterio. Todo lo contrario. Se trata de sopesar con inteligencia y sensibilidad aquéllas, éstas y las otras que vendrán, propuestas de futuro, que con intenso énfasis e insolente contradicción, algunos de los que nos representan o pudieran representarnos,  proponen a diario.
La amalgama de asertos sobre un mismo tema, anima con cierto descaro las ya sabidas tertulias, mítines y desfiles por las pasarelas de las portadas que envuelven, en una suerte de alfombra roja glamurosa, a quienes quizá deberían situarse de forma más silenciosa pero efectiva en aquella prudente distancia de estar para lo que están y hacerlo efectivo en equidad.
Pero desafortunadamente nuestra memoria histórica reciente no nos asiste. No va más allá de tres meses según dicen ciertos estudios. Así, sometemos al impropio olvido lo que deberíamos tener presente, muy presente, porque en ello va no equivocarnos.
La confusión que produce escuchar proclamas, intenciones y planes desde los diferentes ángulos, puede inducir a pensar que todos están en lo cierto.  Una desaforada capacidad de oratoria, una impresentable repetición, un interesado convencimiento a la hora de exponer no desmonta la realidad. La contrapone, como antes apuntábamos, a esa necesaria memoria de lo inmediato de lo que viene sucediendo, hartamente asociado a sus protagonistas directos. Aquellos que en nuestro nombre deciden.
¿Cómo se puede pretender revertir la realidad que nos asfixia desde posiciones que la administran? ¿Qué significa cambio, esa palabra ya manida, cuando aquél cambio desemboca en la cruda y más que reiterada actualidad? ¿Qué significa regeneración si observamos conductas que reproducen fotografías más que consabidas?
Existe suficiente información para dibujar el rostro de la verdad. Avezarse a los vericuetos que supone esa táctica del ´yo más´ implementando el descalabro  e hipocresía al no ajustarte al mandato de nuestra Constitución en sus derechos más básicos, propicia, como estamos viendo, irse de rositas por los cerros de Úbeda.
Si no, ¿cómo puede entenderse tanta involución?
Si no, ¿cómo puede entenderse tanta corrupción?
Derechos laborales, índice de pobreza, educación, sanidad, cultura… ¿Seguimos?
No. No hace falta repetirnos. En propias carnes o en ajenas, próximas o distantes, hoy las expectativas socioeconómicas han tocado línea roja. Aquella que marca el sufrimiento, alejado de los sillones y alfombras llenas de palabras vacuas, que entre el digo y el diego dicen, para luego hacer lo contrario. Eso es lo que ha pasado. Está pasando.
No vale ponerse a hacer obras en año de elecciones. No vale rebajar el IVA cultural en meses de elecciones. Las necesidades de los ciudadanos no se limitan a los previos. Son diarias. Desde el día antes, hasta que se termina la legislatura.
No vamos a citar siglas. Pero mínimamente asistidos por el sentido común, poniéndonos en lugar de los agentes políticos que vociferan – perdón -, quién no diría en campaña de elecciones ya sean autonómicas, municipales o nacionales, que su objetivo es cambiar el sistema judicial implementando su dotación hartamente desasistida. Quién no diría que la total gratuidad de la justicia es un derecho inalienable frente a la defensa de la integridad moral, física o de cualquier otro orden de las personas. Se tenga o no dinero.
Quién no va a decir que la enseñanza ha de ser gratuita, universal y con índices de calidad que propicie la libertad de pensamiento y capacitación humana y social.
Quién no va a decir que la sanidad ha de ser gratuita y universal, circunscrita al territorio nacional y a todo el que more en él como necesidad primordial de mantener el bien fundamental de la vida en salud.
Quién no va a defender la cultura, buscando su rentabilidad social en la diversidad, universalidad y en el desarrollo de las ricas áreas de la creatividad como medio de esparcimiento y formación de la ciudadanía.
Quién de los concursantes no va a asegurar que en su legislatura habrá trabajo para todos, justicia social, re - distribución de la riqueza, atención a los más desfavorecidos, políticas de mujer, igualdad, mayores y eliminación fulminante de la corrupción, entre otros etcéteras.
Hace poco leía de nuestro presidente de Gobierno decir: “una cosa es predicar y otra dar trigo”. No cabe duda. Así lo hemos comprobado y así creo que la mayoría de los ciudadanos lo están entendiendo. Al punto que las voces se disipan, los naipes se caen y las máscaras huyen despavoridas, como no queriendo ser parte ya del interminable teatro de la mentira.
¿Entonces?
Si todos los parabienes que anunciábamos desde el sentido común más arriba descrito, bien pudieran ser postulados en cada uno de los programas que ya empiezan a anunciarnos en un ´buenísmo´ sin parangón como el que  estamos viendo a través de contertulios, anunciantes, beligerantes mensajeros y figurines de pasarela; si no importa de dónde y por quién están expuestos, desde qué lado, premisa, actitud, voz, presencia, respeto y si, al final, la memoria no nos falla, deberíamos volver a cuestionarnos dónde se encuentra la verdad.
Quizá aquí, alguien miente.

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