Tras la muerte de su tío paterno, Guillermo IV, la reina Victoria accedió al trono el 20 de junio de 1837. Durante 63 años y 7 meses, o lo que es lo mismo, hasta su fallecimiento el 22 de enero de 1901, convirtió su mandato en el más largo de la historia del Reino Unido. Apodada la “abuela de Europa” -por su longevidad y por su habilidad a la hora de casar a veintiséis de sus cuarenta y dos nietos con miembros de la realeza europea-, está considerada como uno de los personajes más relevantes del siglo XIX.
La denominada época victoriana, que suele dividirse en tres etapas, temprana, media y tardía, tuvo momentos de grandeza y de desolación. El desarrollo e industrialización del país contrastó con la rigidez de las normas sociales, sobre todo en lo concerniente al ámbito de la mujer, pues ésta se vio sometida al humillante dominio del varón.
Al hilo de situación tan desigual y machista, y escrito por F.J Erskine, vio la luz en 1897 una de las primeras guías para mujeres ciclistas. Publicado ahora por la editorial Impedimenta, bajo el título de “Damas en bicicleta. Cómo vestir y normas de comportamiento”, este manual sirvió para instruir y modelar a las primeras generaciones de arriesgadas amazonas del pedal.
A la rigurosa traducción de José C. Vales, se une una aclaratoria nota de los editores, que dan cuenta de los rigores de la época citada: “Cuando un hombre y una mujer contraían matrimonio en la era victoriana, los derechos de la mujer se cedían a su marido (…) El matrimonio otorgaba al marido incluso el derecho de propiedad del cuerpo de su esposa”. De ahí que, como un soplo de aire fresco, surgiera hacia 1890 la pasión por esta atractiva máquina de dos ruedas. En su libro “When Bikehood was in flower”; escribía Irving A.Leonard: “Montar en bicicleta fue una erupción, un exceso de exuberancia, un temblor sísmico que sacudió la economía y las bases de la sociedad”.
Dividido en diez apartados -“Ciclismo: aspectos sociales y deportivos”, “Indumentaria ciclista para el campo y la ciudad”, “La maquina”, “El modo correcto de andar en bicicleta”, “Pedaleando en la ciudad”, “Pedaleando en Inglaterra y en el extranjero”, “Ascendiendo montañas en bicicleta”, “Gymkhanas ciclistas”, “Mantenimiento de la bicicleta” y “Otros consejos de carácter general”-, el volumen reparte normas prácticas a la hora de adecuar esta novedosa actividad al día a día de las féminas.
Las ventajas resultaban eminentemente satisfactorias, pues, además de la sorprendente independencia que dispensaba para poder moverse de un lado a otro del campo o la ciudad, suponía un grato ejercicio físico para realizar de manera solidaria y conjunta.
Anotaciones tales como, “Las botas son completamente desaconsejables para pedalear, y no debería ponérselas nadie sensato”; “La utilidad de los velos es discutible: desde luego, mantienen el peinado impecable cuando hace viento”; “Encaramadas al sillín de nuestras bicicletas podemos estudiar el comportamiento y las costumbres, de los pájaros, de los animales e incluso de los reptiles”…, van poblando estas páginas que recrean un tiempo y un espacio tan singulares y distintos, como sorprendentes y lejanos para los usos y costumbres del siglo XXI.