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El derbi es rojiblanco (4-0)

Nueva goleada de los nervionenses con un Reyes que volvió a brillar y que deja muy tocado al propio Pepe Mel

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  • Déjà Vu en Nervión -

No hubo color en el derbi. Un Sevilla con lo puesto volvió a demoler al peor equipo que ha pasado por el Pizjuán desde que hace un año pasaran los mismos por el coliseo de Nervión.

Onces con novedades para empezar el derbi. Por una parte, Mel terminó por jugar al despiste y al final tiró de Molina para la punta de lanza, además de lo incomprensible de la banda derecha con Dídac y Steinhöfer en el once. Por parte sevillista, Emery quiso aprovechar la efervescencia de Reyes para motivar a los suyos desde el inicio, y la participación del utrerano de nuevo salió bien.

Tanto que en el primer minuto, Reyes tomó el cuero en el centro del campo para darle una asistencia de gol a Bacca. El colombiano, solo ante Sara, no erró y pusó el primero en el luminoso para traer de nuevo sobre el tapiz de Nervión los fantasmas béticos de hace ahora un año.

Inicio soñado para los de Nervión, que nuevamente supieron dar el primer golpe en un derbi.

Además, el choque comenzó a discurrir a los mandos sevillistas, que hacían y deshacían a su libre antojo. Los nervios en los de Mel eran patentes y apenas eran tres los pases seguidos de los verdiblancos. El guión inicial vestía de rojiblanco.

Hubo que aguardar al 23 de partido para contabilizar el primer acercamiento con cierto peligro del Betis. Un centro desde la diestra de Dídac lo remató con la testa Molina pero estaba lo suficientemente desequilibrado para que su cabezazo creara peligro en la meta de Beto. No obstante, los de Emery tampoco generaban peligro y apenas eran los acercamientos al área rival.

Los minutos corrían y el fútbol brillaba por su ausencia. Tónica general en un derbi cargado de tensión, en el que las patadas comenzaron a aparecerse pero el colegiado no supo detener con alguna que otra cartulina amarilla merecida en ambos bandos. Momento precisamente en el que Rubén Castro hacía acto de presencia en la banda de Nervión con el pertinente calentamiento.

El Betis comenzó a estirarse y a perder los complejos sobre el Pizjuán. Hasta pudo igualar el derbi en el 37 con un trallazo de Nono desde 40 metros que se topó con el palo de Beto. El gol estuvo muy cerca. Mientras, el Sevilla desfallecía con el pasó de los minutos. Pero todo cambió en el 41.

Segunda amarilla a Paulao que se iría a la caseta dejando a los suyos con diez. Pero para males béticos lo acontecido en esa misma jugada. Saque de falta al corazón del área que remachó M’Bia para poner el 2-0 en el marcador. Los de Emery, más y mejor, incluso expulsaron a Roberto Río. El derbi sólo tenía un color. Así se llegó al tiempo de descanso. Dos hachazos casi fulminaron a los de Mel.

Se reanudó el duelo con el aplastente dominio local. El Sevilla tenía el control de la pelota y las ocasiones. Incluso Bacca pudo rematar el partido en el 48 en un mano a mano ante Sara pero el lanzamiento se marchó desviado.

Pero llegó la sentencia. En el 59, Vitolo se plantó solo ante Sara y batió al argentino algo escorado. El 3-0 llevó la tranquilidad a los nervioneses y el deleite del Pizjuán que, lógicamente, comenzó a acordarse de los males de su eterno rival.

El cuarto estuvo cerca pero el palo lo impidió. La superioridad sevillista era abrumadora y el partido de Reyes de sobresaliente, que se fue ovacionado tras ser sustituido en el 69. Al Betis sólo le quedaba que el final del choque llegara lo antes posible.

Pero la pesadilla no terminó ahí. Los rojiblancos castigaron aún más a su eterno rival con un cuarto tanto. En el 88, Iborra remató un saque de esquina para certificar otra goleada para la historia.

 

El derbi estuvo marcado por los ‘despistes’

El Betis jugó en la previa del duelo al despiste. Mel anunciaba el viernes que las opciones de que Molina y Castro jugaron eran “cero”. Pues bien, el espigado delantero, es decir, Jorge Molina terminó por ser titular en el derbi y Rubén esperó su momento desde el banquillo. Por parte sevillista, Unai Emery sí terminó por descartar a Cristóforo.

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