Con lleno hasta la bandera, la poeta de origen arcense Lucía Ruiz Bernal presentó el jueves 11 de abril su libro El territorio de la luz, publicado en la colección Poesía en tránsito de Ediciones En Huida. El acto, que se celebró en el salón principal de la asociación de pensionistas Miguel Mancheño, forma parte de las Jornadas Culturales de Primavera que organiza dicha asociación.
La mesa presidencia estuvo compuesta, además de por Lucía Ruiz, por la delegada municipal Juana Morales, en representación del Ayuntamiento, el presentador Pedro Sevilla y el presidente de la junta directiva de la entidad, Laureano Ruiz Copete, tío de la autora según él mismo se encargó de airear en un par de ocasiones con evidente y legítimo orgullo.
Lucía Ruiz es profesora de filosofía y este libro constituye su primera publicación en solitario, después de haber participado en algunas de carácter colectivo o en ediciones digitales.
Hasta hace bien poco tiempo, uno tenía la idea de que la filosofía y la poesía eran incompatibles. O se era Kant o se era Rilke, pero nunca podían darse ambas disciplinas, o ambos gozos, según se mire, en una misma persona. Andando el tiempo descubrí mi gran error, porque había grandísimos poetas como Antonio Machado, que con su alter ego Mairena ponía a trabajar a la razón y al conocimiento.
A Antonio Machado siguieron otros poetas que, descubrí, mezclaban poesía y filosofía. El más significativo de la actualidad me parece que es el poeta jerezano José Mateos, que alterna libros cuajados de emoción y poesía con tratados sobre la razón y otras dudas.
Con gran alegría descubro que esta dualidad, este maridaje entre la poesía y la filosofía, se da también en nuestra paisana Lucía Ruiz Bernal. El territorio de la luz es un libro de amor que canta al gozo de vivir, a la emoción del mundo, que no se sustrae al guiño filosófico. Su autora, profesora de filosofía, titula, no caprichosamente, creemos, la tercera parte de su libro con el nietzscheano título de Eterno retorno.
La filosofía y la poesía, que es lo que tratamos de explicar y que es, creo, la conclusión que podíamos sacar de este libro, son dos maneras idénticas de amar el mundo, de interrogarse por la verdad del ser humano. Todo poema, o todo tratado filosófico, son preguntas lanzadas a lo desconocido. Y toda pregunta es sed, ganas de saber, ganas de comprender. O sea, amor.
