Ninguna ley prohíbe molestar a las personas autistas, que no tienen culpa de serlo y se lo pasan muy mal con la diversión sin sentido de los cohetes navideños. Una diversión cuya explicación no pasa, del “me gusta”. Por lo tanto además irresponsables. Pero este desgraciado pueblo, tan descastado consigo mismo, después de tanta manipulación política, sólo entiende algo si es obligado por el bolsillo. Esto es: por la multa. Ahora (casi) todo el mundo ve muy bien la prohibición de fumar en lugares públicos, pero tuvieron que esperar a la posibilidad de ser sancionados, de disminuir el dinero en sus bolsillos para “darse cuenta”. ¿Por qué no se dieron cuenta antes y nos habríamos ahorrado una nueva prohibición? El tabaco no es lo único; por desgracia parecen esperar a la aplicación de sanciones para “comprender” la conveniencia de hacer o no hacer algo. ¿Tan cortas son sus entendederas que sólo se enteran de algo cuando está la multa de por medio?
Debería ser cuestión de principios, de educación, solidaridad, buena vecindad, respetar a esas personas sufridoras en soledad, para no aumentar su sufrimiento con el innecesario ruido de los petardos y cohetes, que pasen en una festividad, sujeto a sus límites, pero no durante el largo mes de “celebración” de final y principio de año. ¿Cuándo se implantó esta costumbre que ahora hay quien la quiere convertir en “tradición”? ¿Veinte años? ¿Treinta? Todas las tradiciones tienen un principio, lo malo es inventarlas. Los inventos están bien para mejorar la vida, no para complicarla.
Ninguna ley protege a los autistas y la de (anti) bienestar animal sólo protege a los animales incapaces de respetar a sus vecinos por el extraño placer de hacer ruido. El egoísmo no debería prevalecer cuando hasta en la Feria de Abril se ponen voluntariamente horarios para el autismo, resulta grotesco que en diciembre y enero no se les respete. Sabido es que hay muchos enemigos de los perros, empezando por la ley teóricamente en defensa de su bienestar. Pero la falta de una legislación tampoco los protege. Ni protege la limpieza, la imagen de una ciudad y su amanecer deprimente, porque además de divertirse molestando, dejan la suciedad para las máquinas municipales. Y eso también es un gasto que deberían asumir quienes lo provocan.