Las últimas dos semanas han registrado un trasiego constante de visitantes por la instalación, en cuyo interior se puede contemplar una muestra de autores alemanes (Ulf K., Flix, Sascha Hommer, Reinhard Kleist o Line Hoven) y españoles (Paco Roca, David Rubín, Max, Juan Berrio o Carla Berrocal).
"Cada vez tenemos más lectores: las bibliotecas públicas hacen muchísimos préstamos y es innegable que existe un interés creciente. A la carpa se está acercando mucha gente interesada", explica Emilio Gonzalo, director de la Asociación Española de Amigos del Cómic.
Esta institución coordina las diferentes actividades que estos días se realizan en la carpa, donde más de 31.000 visitantes se han acercado para asistir a conferencias o solicitar la firma de dibujantes como Alfonso Aizpiri, Federico del Barrio, Nacho Arranz, Félix Ruiz o Jesús Martínez del Vals.
"El abanico de autores es muy amplio y con una calidad muy alta. Tenemos dibujantes capaces de exportar su arte y su genio a Japón, Estados Unidos, Francia, Bélgica, Sudamérica... Quedan pocos lugares en el mundo donde no haya un autor de cómic español", celebra Gonzalo.
El problema de fondo, una constante durante los últimos veinte años, es que gran parte del público aún considera el tebeo como un producto infantil y juvenil. "Hasta el momento ha sido una barrera infranqueable", señala el ilustrador Dani Seijas, responsable de relaciones públicas de la editorial Dibbuks.
"En los salones no ocurre tanto, porque es un público de aficionados al cómic, pero en las ferias es una lucha constante. Tratamos de abrir la mente de la gente, hacerles ver que el cómic no es sólo una cosa para niños, sino que hay una gran variedad de obras de muchos géneros distintos", detalla.
Entre los títulos más solicitados de esta compañía se encuentran obras como "Simbad", de Christophe Arleston y Pierre Alary; "Los impostores", de Christian Cailleaux, o "El velo", seleccionada por la revista New Yorker como una de las cinco mejores novelas de 2009.
"En España no se hace una buena difusión y promoción del cómic. He vivido en Amberes (Bélgica), y un día me encontré con anuncios enormes del 'Pequeño Spirou' en las marquesinas de los autobuses. Pensé: 'Mira qué majos, han hecho una película de Spirou'; luego descubrí que se trataba de un cómic", recuerda Seijas.
Pero hay datos para la esperanza, como el acceso de las historietas a un público adulto y que nunca se había interesado por este formato. "Nuestro catálogo es un ejemplo de que está desapareciendo el prejuicio social respecto al cómic, que hasta hace poco se veía como un producto sólo apto para jóvenes", advierte Catalina Mejía, editora de Sins Entido.
"Por temática, nuestros lectores están más cercanos a la narrativa. Suelen ser personas entre los treinta y cincuenta años, formadas a nivel literario, que se han enganchado al 'boom' de la novela gráfica. Buscan títulos que llamen la atención por su apartado gráfico, pero también por el contenido", añade.
La editorial ha sabido alejarse de Francia, Estados Unidos y Japón, los tres grandes mercados, para encontrar verdaderas joyas en Alemania ("Insekt", de Sascha Hommer), Grecia ("Logicomix", de Apostolos Doxiadis) o Italia ("Cuadernos ucranianos", de Igort).
Al igual que el resto de sectores, el tebeo no ha sido inmune a los estragos de la crisis económica. "En la feria estamos vendiendo algo más, pero en la tienda casi nada. La gente gasta poco, y en cómic menos", apunta José Luis Bueno, responsable del estand de The Comic Co.
Los lectores, como no podía ser de otra manera, secundan la opinión de Bueno: "He sido comprador desde pequeño, pero tuve que parar porque llevo tres años en paro, preparando unas oposiciones, y el dinero da para lo que da", explica Ricardo Castell, madrileño de 35 años que curiosea en una caseta.
Puede que las condiciones actuales sean adversas, pero Emilio Gonzalo apuesta por el optimismo: "Ahora tenemos una crisis como la copa de un pino, pero la gente del cómic va a seguir peleando, porque la calidad de nuestros autores y editores es altísima".