Nuestra sociedad está acostumbrada a vivir con normalidad alrededor de toda aquella persona fumadora, a pesar de ser algo incómodo en determinados momentos, vemos normalizado convivir con humo.
La Organización Mundial de la Salud considera que el tabaquismo es una enfermedad ya que causa más de 8 millones de muertes al año en todo el mundo, siendo más de 7 millones por un consumo directo y alrededor de 1,3 millones por exposición al humo ajeno. No hay una balanza en la que sea seguro ninguna exposición al tabaco. El tabaco es perjudicial en todas y cada una de sus formas ya sea fumada o no.
Cuando somos más jóvenes vemos a las personas fumadoras como algo “de persona mayor” que nos puede hacer algo más interesante a nuestro alrededor (pensamiento completamente inequívoco) y así se puede dar inicio a fumar un primer cigarrillo que luego pasa a una costumbre y, finalmente, este proceso se aumenta a tal exponencial que se vuelve adicción, ya que los cambios que produce la nicotina en nuestro sistema central produce efectos placenteros y de recompensa en la etapa inicial del fumador favoreciendo seguir fumando, para más tarde provocar dependencia y en caso de querer dejarlo, provocar abstinencia.
La mayoría de los fumadores que conozco quieren dejar de fumar y estoy segura que es una de las metas cuando se inicia cada año pero ese intento suele quedarse ahí. Es tan sólo menos del 10 % quién lo consigue, por lo que dicha meta se mantiene en el tiempo. Todos estos datos son escandalosos a todos los niveles pero claro, es una droga legal por la que el estado ingresó en 2023 más de 6.168 millones por lo que, por mucho que sea una de las principales causas de enfermedad y muerte, al Estado le repercute de manera beneficiosa.
Le tengo un odio atroz al tabaco pues gracias a él casi pierdo a mi padre con un infarto cuando solo tenía 15 años (gracias Diego Benítez por salvarle la vida). Él forma parte de ese 10 % que consiguió dejar de fumar. Desde que tengo uso de razón veo a mi madre fumar pero también lamentándose por no conseguir dejarlo. Lo ha intentado una y cien veces pero recaía una y otra vez por mucho que su cabeza quisiera, ésta siempre acababa traicionándola. Hasta el día de hoy.
Hoy le escribo esto porque quiero seguir dándole fuerzas pues jamás ha conseguido llegar a 40 días sin fumar. Para ti que no fumas puede parecer poco tiempo pero para ella son los 40 días más largos de su vida. Siempre he estado extremadamente orgullosa de mi madre pero a día de hoy, ese orgullo se me ha triplicado hasta el infinito. Lo conseguirás mamá, no tengo duda. Te quiero.
A ti, si quieres dejar de fumar, mentalízate por conseguirlo. Puedes, claro que puedes, pues las adicciones a pesar de provocar tanto en nuestro organismo, puedes romper con ellas. Quizás no a la primera que lo intentes pero si eres constante en su consecución estoy segura que lo lograrás pues no hay mayor recompensa que seguir viviendo.