Parece obvio que la longevidad de las personas está estrechamente relacionada con la cantidad de cuidados que consagremos al cuerpo. Afortunadamente hoy día disponemos de abundante información profesional para igualar en regresión biológica a la tortuga gigante de las Galápagos. Si seguimos las recomendaciones que se nos ofrecen insistentemente, conseguiremos con éxito perforar las páginas del almanaque protegidos de una salud blindada. No existe para ello ningún manual de instrucciones ni falta que hace dado el bombardeo de sugerencias que nos acribilla.
Según los empollones en morfología hay dos cuestiones dominantes: no fumar y andar un par de kilómetros diarios. Estas propuestas quedan complementadas con un sin fin de sugerencias que solo detallaré mientras dure la tinta para no igualar en longitud al libro En busca del tiempo perdido.
El primer mandamiento de La Tabla de Supervivencia dice. Come sano; somos lo que comemos. De esto el endocrino sabe un rato. Vete a verlo y que te prescriba la dieta idónea. Luego le siguen una serie de instrucciones que acatándolas te pondrán en camino de alcanzar a Matusalén. A saber: Compra un reloj inteligente para controlar escrupulosamente oxígeno y glucosa en sangre. Tensión arterial. Calidad del sueño. Consumo de calorías. Temperatura. Frecuencia cardiaca, arritmias y taquicardias. Niveles de polen etcétera. El reloj además te da la hora. No te rías porque el minutero es importantísimo para distribuir meticulosamente cada segundo en la custodia del organismo.
Adicionalmente a los cuidados que te ofrecen las funciones del reloj, son transcendentales los consejos de esos empollones en morfología ya mencionados. Ellos divulgan la necesidad imperiosa de revisiones periódicas de nuestra esencia vital y nos conminan a informarnos del cuadro de especialidades que incluye el seguro, para planificar las pruebas y revisiones que deban hacernos periódicamente; otorrino, neurólogo, digestivo, dermatólogo, reumatólogo, urólogo, oculista, dentista… Y si importante es cuidar la salud corporal, no menos lo es la salud mental. Por ello, advierten acudir al psicólogo al primer síntoma de cabreo si tu equipo pierde o al psiquiatra si lo golean. La programación de esta rutina facultativa irá comprimiendo su cadencia conforme vamos rompiendo calendarios.
Las visitas al médico de familia son prioritarias. Chequeo trimestral y analítica mensual es algo que no debemos desatender por nada del mundo.
Lo dicho. La tinta se gasta y llegó el momento de ir cortando. Antes de agotarla me gustaría reflexionar sobre el escaso tiempo que nos quedará libre para el trabajo. Una buena propuesta sería que los convenios colectivos reduzcan las jornadas a seis horas semanales y consideren como días de asuntos propios las consultas médicas, incluidas recogidas de resultados y posteriores revisiones.
No seamos insensatos al creer aquello que dijo Quevedo de que la salud es como la fortuna, que solo se disfruta gastándola. Mejor optar por esta otra cita del filósofo chino Lao Tze que 600 años a.c. ya sentenció. La salud es la mayor posesión que tenemos. Sin ella no hay nada.