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Viernes 03/05/2024  

Alcalá la Real

La noche más íntima en San Juan

El Vía Crucis de la noche del Miércoles Santo es, seguramente, el momento de mayor espiritualidad dentro de la Semana Santa alcalaína

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  • Besapié en la iglesia de San Juan. -

Quien no haya vivido el Vía Crucis que, en la tarde-noche del Miércoles Santo, recorre los arrabales de la Mota, tal vez no conozca el lado más devoto y místico, más espiritual y auténtico de la Semana Santa de Alcalá la Real. En su sencillez y contención radica, precisamente, su belleza. No hay aquí grandes alardes ni lujos, no hay música solemne y de hecho es el silencio el protagonista en la mayor parte del recorrido, cuando no se oye la voz que recita cada una de las estaciones.

Tras el besapié, por el que durante toda la tarde desfilan cientos de fieles, el pequeño templo de San Juan se entrega a una espera serena y beatífica, y el patín de la iglesia recoge el murmullo de aquellos que aguardan pacientemente el momento de la salida del Santísimo Cristo de la Salud, en andas, hacia la fortaleza.

Salida del Vía Crucis.


El pórtico se va llenando poco a poco con las luces amarillas de las antorchas y el olor de la cera impregna el viento frío de la tarde. En los rostros hay fe, pero también una especie de felicitad inconfesada por ser partícipes de una tradición que, año a año, se perpetúa en el tiempo. Luego el Cristo empieza su peregrinaje, llevado como en una marea suave por sus portadores.

Vía Crucis.

No hay itinerario más bello posible. Se sale hacia la Trinidad, para continuar por la Placeta de Carmen Juan, el antiguo barrio de San Sebastián, la Puerta de Santiago, las Caballerizas de los Abades, la calle hacia la Alcazaba, el pórtico de Santa María la Mayor, la capilla del Deán, la Puerta de la Imagen y la de las Lanzas para regresar por la calle Mazuelos, Romancero y regresar a la iglesia de San Juan.

La noche ha caído y se ha cumplido, otra Miércoles Santo más, un rito. Los que lo han hecho posible se arremolinan en la nave del templo, que ahora vuelve a poblarse de sonrisas y borboteo de palabras satisfechas. El mundo continúa recordando.

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