El escritor y crítico Molina Foix ha rodado, en su segunda película, lo que califica como “una especie de fábula sobre la llegada del nuevo mundo al antiguo”.
“Nosotros somos el viejo mundo, seres con una cultura muy milenaria y muy nutrida de contenidos”, y la llegada de ese “nuevo mundo”, que son los inmigrantes, suscita distintas respuestas, “como la atracción y también el temor”, ha afirmado en una rueda de prensa.
El dios de madera muestra una doble pasión amorosa en la que intervienen Yao (Madi Diocou), un senegalés que vende en la calle; el marroquí Rachid (Soufiane Ouaarab), que se gana la vida como peluquero; María Luisa (Marisa Paredes), una viuda que no olvida su pasado, y su hijo Róber (Nao Albet), enamorado de Rachid.
Para el director, aunque no es “una película social ni de alegato”, sí tiene “un discurso y un fondo social en el cual transcurre la acción dramática, cómica y sentimental”.
Por su parte, Rodrigo Rodero ha dado el salto al largometraje, después de su carrera en el corto, con El idioma imposible, un regreso al mundo de la heroína en los años 80 a través de la adaptación de la novela homónima del desaparecido Francisco Casavella (1963-2008), incluida en la trilogía El día del Watussi.
Fernando (Andrés Gertrudix) trafica con anfetaminas en el barrio chino de Barcelona, donde conoce a Elsa (Irene Escolar), una joven con una personalidad autodestructiva que se convertirá en su mayor adicción. Aunque los 80 son una época “bastante tratada en el cine”, Rodero quiso “huir de la visión un poco más frívola tratada hasta ahora”, ha afirmado en rueda de prensa.