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Lo que queda del día

El espíritu de escalera

La precampaña parece diseñada como si nos jugásemos la supervivencia al todo o nada; cuando, en realidad, no somos nosotros, son ellos lo que se la juegan

  • El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. -

Escribió Raymond Chandler en El largo adiós que los franceses siempre tienen alguna frase para describir determinadas situaciones de la vida cotidiana: “Los muy sinvergüenzas tienen una frase para cada cosa y siempre tienen razón”. Hace algún tiempo, por ejemplo, leí cómo denominan a una especie de síndrome común, inofensivo, pero desarmante. Lo llaman el “espíritu de escalera”, que es el que padecemos cuando se nos ocurren las réplicas adecuadas, pero una vez que ya hemos abandonado una conversación, una reunión o, peor, una discusión.

Ahora que quedan cuatro meses exactos para las elecciones municipales, me pregunto si tienen alguna expresión que sintetice el ambiente enrarecido entre promesas, desafíos y salidas de tono que nos encontramos a diario. Seguro que la tienen, y seguro que tienen razón.

No sé si me estaré haciendo mayor o si, como tituló Cormac McCarthy, éste “no es país para viejos”, pero después de varias experiencias en torno a las elecciones municipales, no recuerdo, o no acierto a recordar -y ya sabemos que cuanto más atrás más perduran los recuerdos- una precampaña tan afilada e intensa como ésta, como si nos  estuviésemos jugando la supervivencia al todo o nada; cuando, en realidad, no somos nosotros, son ellos lo que se la están jugado: la del sillón, la de una delegación, la de un puesto de asesor, la de una dirección general...

Hay varias circunstancias que inciden en esa intensidad. De un lado, que el mismo día de las municipales también se celebran elecciones en la mayor parte de las comunidades autónomas; del otro, que el año tendrá como colofón la convocatoria de elecciones generales, y las primeras pueden marcar tendencia de cara a las segundas.

Pero, del mismo modo, está la incidencia de los discursos, del tono, de las estrategias, a la hora de marcar pautas que condicionen al electorado. Y es ahí donde se está librando la auténtica batalla, como vimos la semana pasada a raíz de la polémica en Castilla y León a causa del protocolo sanitario sobre el aborto, provocada de forma artificial por Vox en favor de la reactivación y reafirmación ideológica de sus bases, y en contra de los puntos débiles del PP y del propio Gobierno de Pedro Sánchez.

Vox tiene asumido ese papel, vive de ese papel, y carece de complejos a la hora de asumirlo, como ha puesto de manifiesto esta semana en cada una de sus intervenciones sobre el terrible asesinato del sacristán de la Iglesia de La Palma en Algeciras, a partir de un populismo basado en poner voz al pensamiento de sus fieles y de quienes se pueden sentir próximos a sus postulados frente a la esperada tibieza del PP, otra vez condicionado en su inevitable e imprescindible empeño por adueñarse del centro. Los populares pueden llamarlo responsabilidad, y aún así han sido incapaces, al igual que el PSOE, de eludir la confrontación política en mitad del duelo por tan terrorífico suceso.

“Decisiones. Todo cuesta. Salgan y hagan sus apuestas, ciudadanía”. Lo cantaba Rubén Blades y sirve ahora para retratar esa disposición mediática desde la que todos aspiran a ofrecernos su salvación, aunque sea promoviendo ofensas interculturales, practicando el carajoterismo disfrazado de buenismo, o con promesas incumplidas en el pasado y meramente oportunistas, como la planteada este lunes por el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Cádiz, para garantizar que en las municipales gobierne la lista más votada, ahora que es lo que le conviene.

Pese a tanto esfuerzo y tanto predicamento, como al dictado de un algoritmo, la fórmula más efectiva y resistente data desde mucho antes de que se inventaran las tablets y las encuestas, tiene tantos años como el imperio romano y viene dictada bajo la máxima de “pan y circo”, frente a la que no caben réplicas ni campañas de diseño, como si condenaran a todos los demás al espíritu de escalera.

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