A pesar de que las raíces no suelen verse, siempre fueron altamente consideradas por la humanidad. Frases como ir a la raíz del problema nos evidencian como a un órgano vegetal tan invisible a los ojos se le adscribe un valor metafórico tan extraordinario. Es el mejor paradigma de que lo esencial no es perceptible para nuestros ojos. Como decía Isabel Allende las raíces no están en el paisaje, pero sin embargo somos conscientes del papel fundamental que juegan en su constitución.
Hace más de 300 millones de años los vegetales abandonaron los acogedores océanos para conquistar las tierras continentales emergidas. Aquellos extensos territorios eran lugares inhóspitos, de extrema sequedad y bombardeados por letales radiaciones ultravioletas. Uno de los primeros inventos de aquellas primigenias plantas fue crear una estructura subterránea capaz de soportar erguidas en el airea tallos y hojas, a la vez que debían garantizar el suministro de los nutrientes necesarios del suelo y sobre todo el más valioso recurso para la vida, el agua. Costó millones de años perfeccionar tan necesaria y compleja estructura, pero al final se alcanzó tal grado de perfección que en su entorno vive un complejo sistema de microbios que componen una rizosfera, un minúsculo reino en donde gobierna la simbiosis.
El Observatorio Europeo de la Sequía publicaba ayer su primer informe en el que concluía que el 25% del tapiz vegetal de la UE y Magreb estaban ya en situación de máxima alerta por la escasez de lluvias. Aún no hemos asumido que el agua es un recurso escaso y la derrochamos sin control desde los cultivos de secano puestos en regadío, hasta las ostentosas praderas de césped en las ciudades. Cómo José Alba me enseñó, en situación de sequía extrema, no debe regalarse agua a las plantas, porque se les maleduca. Un buen ejemplo lo tenemos en el ámbito doméstico, donde es frecuente que se marchiten muchas de las plantas de interior debido fundamentalmente a exceso de cariño. El empeño excesivo de darles de beber las conduce por el camino de la lividez, y cuanto más avanza el agostamiento con más agua se les riega, hasta alcanzar el punto de marchitez permanente, el punto de no retorno. Las raíces y su rizosfera requieren respirar y muchas de estas plantas mueren más por exceso que por defecto del recurso hídrico.
En nuestra civilización hay muchos indicios de que las raíces culturales están siendo inundadas por una extensa red que ahoga y debilita el árbol de la utopía. Un árbol del que esperamos que prosperen los frutos de esa gran utopía que son los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un antiguo aforismo oriental afirma que si cultivas la raíz, las hojas y las ramas se cuidarán solas.