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La Pasión no acaba

Un hombre libre

"Soy un hombre libre". Así me contestó el poeta -mago de versos, alquimista de amaneceres, malabarista de sueños- Joaquín Caro Romero cuando le pregunté...

Publicado: 23/06/2022 ·
09:43
· Actualizado: 23/06/2022 · 09:43
  • Joaquín Caro Romero. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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"Soy un hombre libre". Así me contestó el poeta -mago de versos, alquimista de amaneceres, malabarista de sueños- Joaquín Caro Romero cuando le pregunté por sus redes sociales. "No tengo redes, no tengo teléfono móvil, siquiera, ya te digo que soy un hombre libre". Y con la mirada perdida, porque sus sueños no viven aquí, esbozó una ligera sonrisa de felicidad. El poeta ve desde la cima de su ilusión inabarcable la estrecha capacidad general del hombre para hallar la felicidad. Sabe que nos cuesta trabajo, que el común de los mortales no sabe cabalgar sobre las estrellas y mantener el equilibrio, conoce que sólo el poeta ve más allá, que maneja la sístole y la diástole del alma. Los poetas sonríen porque son seres más felices, más libres por tanto que la mayoría de sus semejantes.

"Soy un hombre libre" me dijo. A Joaquín no le ata una línea telefónica, le amarra un soneto. A él no le asfixia Twitter, le aprieta el pecho un verso lanzado al aire cuando acaba de pasar la Macarena. A mi amigo Joaquín no le ocupa el tiempo Facebook, pierde más tiempo en sortear los montones de libros -columnas de cultura- que colman el pasillo de un hogar de papel y sonetos. Caro Romero no tropieza con las fotos de Instagram, lo hace con los volúmenes de una colección de la Generación del 27 que vive en el suelo de la casa y en el cielo de sus pensamientos. A él no se le quedan las páginas en blanco cuando abre Word, le blanquean las sabias canas su romana cabeza, culta.

"Soy un hombre libre" aseguró. Y lo es. Lo es como lo son sus pensamientos juveniles atrapados en un cuerpo asaeteado de tercetos, décimas y estrofas. Y es además -o por tanto- feliz. Su sonrisa está cincelada por redondillas, cuartetos, quintillas y sextillas. Joaquín vive en la rima y duerme en el soneto. Amanece en el verso libre, como él, y se acuesta en los brazos del ovillejo. Lleva en el pecho una coraza invisible de los armaos y en la espalda la capa del poeta que echó a volar con apenas trece años. Lleva en los andares las conversaciones íntimas con los naranjos en flor de Doña María Coronel y la mano siempre agarrada de una mujer que -siendo niña- tocó la corona que había de ubicarse en las benditas sienes de una imagen de la madre de todos los sevillanos.

 

"Soy un hombre libre". Mi amigo no tiene redes sociales, apenas conoce bien lo que significa internet y no lleva teléfono móvil. No atan los cables o las conexiones. Ata la dependencia.  Y amarrado vive, a una ingente colección de libros que apenas le deja espacio para sortear con sus piernas los miles de libros que ocupan su hogar. Está encerrado en literatura y precisamente por eso es libre.

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