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Martes 23/04/2024  

El cementerio de los ingleses

Los santos ofendiditos

La gran ironía es que los acosados resultan beneficiados

Publicado: 19/04/2022 ·
14:43
· Actualizado: 19/04/2022 · 14:45
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Dicen que no ofende quien quiere sino quien puede. Sin embargo, en los últimos años parece que la piel del grueso de la sociedad se ha vuelto tan fina que habría que cuestionarse si, en vez de tanta dieta milagro, tendremos que cambiar de táctica y ofender a los lípidos para acelerar la operación bikini y lucir palmito este verano. Madre del amor hermoso, la que se ha liado por un anuncio de hamburguesas sin carne. Un momento…  ¿hamburguesas sin carne? Pardiez, eso sí es ofensivo.

El núcleo de la polémica es haber parafraseado una cita bíblica. “Tomad y comed todos de él, que no lleva carne”, reza el anuncio que ha provocado urticarias en los sectores ultra del conservadurismo y cristianismo patrio. Personalmente, si yo profesara cualquiera de esas dos corrientes, me sentiría orgulloso de que esa alusión a la última cena de Jesús resultara inspiradora. Sinceramente, me ofendería más que la Iglesia cierre el puño cuando se le recuerda que “Hacienda somos todos” (pecado capital de avaricia), que sólo aporte el 2% del presupuesto de Caritas (ídem) o que haya tardado cinco siglos en admitir que las personas que no son blancas tienen alma. De las cruzadas (ay del quinto mandamiento), de la Inquisición (ídem), de la oposición a los avances científicos “en nombre de Dios” (segundo mandamiento) o de otros escándalos que no nombro por lo manido del asunto, ya hablaremos otro día. Que eso sí que ofende o debería hacerlo.

No hace tanto, se celebraba el infame juicio contra el actor Willy Toledo por cagarse en Dios, se procesaba a las responsables de aquella procesión del coño insumiso, se acosaba a Dani Mateo por un gag donde simulaba sonarse con la enseña nacional (mientras algunos de los ofendidos se limpian con ella el callejón del descomer) y se ensañaron con Zahara por el cartel de una actuación. “No ofende quien quiere, sino quien puede”. Pues vaya si pudieron, según se ve. Decía Martínez Ares en un pasodoble: “criticamos a los moros pero en nuestra casa estamos llenitos de talibanes”. Pues eso. Valga como inciso que lo de “moros” lo dice la letra del comparsista, no yo. No vaya a ser…

La gran ironía es que los acosados resultan beneficiados. La cadena de burguers que lanzó el anuncio ha tenido una publicidad sin precedentes que les habrá reportado más beneficios de lo que han invertido los ofendiditos en la campaña de descrédito (lo que se conoce como efecto Streissand). Además, ha pedido disculpas el mismo día en que acaba la Semana Santa, para la que fue creada esta campaña (trolleo de manual): mientras algunos presumirán de victoria creyendo que han tumbado a una multinacional, esta se estará partiendo de risa viendo como el hate desatado le ha venido de perlas. Y es que los ultras han entrado al trapo como esos toros a los que les gusta maltratar en lo que llaman fiesta nacional.

Señoras y señores, esto no va de creencias. Yo no soy creyente, respeto a quien lo es y convivimos perfectamente. Incluso, en ocasiones, he mantenido debates sosegados (como los que reclamaba en el primer artículo que publiqué en este medio) sobre estas creencias y no ha hecho falta volverse loco. Esto va de otra cosa. Ni siquiera va de cristianos, que conozco a muchos a quienes el anuncio de marras les hizo gracia. Esto va de un sector que quiere lucir fidelidad a sus creencias de cara a la galería. Esos mismos que gustan del maltrato animal (que los animales también son criaturas de Dios), que niegan la violencia de género (técnicamente es romper las costillas a Adán), que llaman ciudadano Bergoglio al Papa cuando habla de justicia social (la que, por cierto, también predicó Jesucristo) o estigmatizan a niños por ser extranjeros y pobres; esos a los que culpan de que las pensiones sean ridículas en lugar de predicar “dar de comer al hambriento, de beber al sediento y de vestir al desnudo”. Esto va de quien toma la palabra de su Dios a conveniencia (y su nombre en vano) y parodian al apóstol Pedro durante la Pasión: se jactan de ser capaces de cortar una oreja a quien prende a su Cristo aunque, más tarde, lo negarán tres veces.

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